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Un guía contra el paro

A. Simón Encontrar empleo no es una tarea fácil en España, donde hay más de 4,6 millones de parados. Pero aún es más complicado para algunas personas a las que las empresas en ocasiones les ponen barreras: jóvenes, mayores de 45 años, inmigrantes, parados de larga duración, personas con discapacidad y mujeres afectadas por situaciones […]

A. Simón

Encontrar empleo no es una tarea fácil en España, donde hay más de 4,6 millones de parados. Pero aún es más complicado para algunas personas a las que las empresas en ocasiones les ponen barreras: jóvenes, mayores de 45 años, inmigrantes, parados de larga duración, personas con discapacidad y mujeres afectadas por situaciones de violencia de género. Estos son los colectivos que la obra social de La Caixa considera como de riesgo de exclusión social ante la falta de puestos de trabajo.

Pero existe un profesional que puede allanar el camino. Es el insertor laboral. Su función básica es acompañar a las personas con más dificultades para encontrar empleo durante todo el proceso, desde la formación hasta un seguimiento cuando se incorpore a una empresa.

El insertor laboral es el nombre que le ha dado la obra social de La Caixa, pero en el sector privado también existen figuras parecidas, que orientan al desempleado.

Las empresas con reducción de plantillas o cierres pueden contratar a firmas como Creade-Lee Hecht Harrison (grupo Adecco) para recolocar a sus antiguos empleados. Allí, un grupo de consultores le orientarán en el camino. “Lo primero es que estas personas aterricen y acepten dónde están. Luego se diseñan unos objetivos, se prepara su perfil y se acompaña para que conozcan el mercado laboral”, explica Nekane Rodríguez, directora general de la compañía. “El consultor deberá tener capacidad empática, convencer a las personas para que hagan lo que tienen que hacer, dar mucho apoyo emocional, acompañar en un camino muy duro y mejorar la empleabilidad del trabajador a través del reciclaje”, explica.

El consultor se sienta con el desempleado y trazan juntos un objetivo profesional, se buscan los puntos fuertes y debilidades de la persona, se enseña cómo acceder a los empleos (redes sociales o currículum) y se ayuda a encontrar ofertas laborales, cuenta Rodríguez, quien asegura que el periodo de búsqueda de empleo suele durar seis meses de media y más del 80% de los candidatos encuentra trabajo en el primer año. Pero para otros colectivos, el tiempo se puede multiplicar.

Cuando se trata de colectivos con riesgos de exclusión social, el proceso se complica. “Hay barreras sobre todo por parte de las empresas, porque tienen ideas preconcebidas sobre que una persona con discapacidad, por ejemplo, no va a dar el rendimiento”, explica Marc Simón, director de integración social de la obra social de La Caixa. Por eso, han ido formando empleados de ONG, expertos en los problemas sociales, para convertirlos en insertores laborales. Estos conocen a los beneficiarios, les aconsejan en la formación, visitan empresas, buscan empleos y hacen un seguimiento del trabajador cuando encuentra trabajo.

“Cuando las compañías prueban con estos colectivos, ven que le aportan un valor añadido. Estas personas tienen un afán de superación que les hace identificarse rápidamente con el entorno y tienen una ligazón muy rápida con la empresa”, cuenta Simón.

Este programa, bautizado como Incorpora, ha ayudado a más de 34.000 personas a encontrar empleo en más de 14.000 empresas y, a pesar de la crisis, ha conseguido colocar cada año a más personas. “Ir con nuestra marca es una garantía para la empresa y, además, tener un solo interlocutor facilita el proceso al empresario”.

La red Incorpora la forman más de 250 organizaciones y casi 400 insertores laborales. Pero además, la entidad ha financiado el posgrado en Inserción Laboral en 22 universidades, donde se han formado más de 2.000 personas. “Es una profesión de futuro debido a la cantidad de gente que busca empleo”, cree el directivo de La Caixa.

También explica que el coste de la inserción por cada persona que ha encontrado empleo es de 1.100 euros, “mucho menos de lo que le cuesta a la Administración”. Reconoce que el Gobierno Vasco, que recientemente ha asumido las políticas activas de empleo, ha contactado con la entidad para consultar si se podría hacer algo parecido para los jóvenes vascos desempleados.

Las insertoras laborales

Mar Extremera. Fundación Tomillo: “Hay que sensibilizar para que caigan las barreras”

Mar Extremera explica que con el alto nivel de desempleo, ha visto cómo en los últimos años han aumentado los colectivos de personas con riesgo de exclusión social, por ejemplo, la de desempleados de larga duración o los jóvenes. Ella es pedagoga y técnica de integración laboral de la Fundación Tomillo, donde trabaja en el paso final de la inserción: la búsqueda de los empleos.

“Son muchas las barreras de las empresas, principalmente porque no conocen a estos colectivos y tienen una serie de prejuicios. Hay que sensibilizar para que vayan cayendo estas barreras”, asevera.

Su trabajo consiste en localizar posibles empleos, incluso llamando a empresas que no conocen su labor. Debe visitar la empresa y ver si existe un trabajo valido para las personas que se están formando en diferentes cursos de la fundación. “Después hacemos un seguimiento para comprobar si se hacen las funciones asignadas y ver si los alumnos están satisfechos. Son prácticas que mejoran su empleabilidad”.

Laura Rodríguez: Fundación Síndrome de Down: “Debo hacer una buena selección de los puestos”

Maestra de educación especial y técnico de integración especial, Laura Rodríguez trabaja en la Fundación Síndrome de Down y gracias al programa Incorpora es insertora laboral.

“Los chicos a los que ayudamos normalmente desconocen el mundo laboral. Es un salto sin red. Por eso es muy importante prepararles muy bien y hacer un seguimiento cuando ya están en la empresa”.

Además, cree que se debe hacer una buena adecuación, con alguien que se haga responsable de las actividades del empleado. “Es imprescindible que esté protegido y con apoyo”.

“Nosotros debemos hacer una buena selección de los puestos, para ver si son reales, porque a veces hay voluntad por parte de la compañías pero no existe un puesto definido”, asegura.

Las alternativas de empleo para este tipo de personas con discapacidad psíquica son los centros ocupacionales y centros especiales de empleo. “Cada vez son más las empresas que se ponen en contacto con nosotros debido a sus políticas de responsabilidad social corporativa”.

Antonio Muñoz: Tat Mediadores: “Nos permite identificar el talento”

“Necesitamos constantemente captar talento, para conseguir personas que incorporar a la empresa”, explica Antonio Muñoz, socio administrador de TAT Mediadores. “La intermediación de la Fundación Tomillo nos permite una selección previa, lo que nos ayuda muchísimo. Nos permite identificar el talento, porque sabemos que la persona que vaya a venir a trabajar con nosotros está preparada y va a dar el perfil que buscamos”, cuenta.

Esta firma ya tiene experiencia en la colaboración con los insertores laborales, porque han ido incorporando hasta 15 trabajadores en prácticas, algunas de las cuales han seguido en la empresa.

Niega que tengan miedo o alguna barrera a personas de distintos colectivos. “No tenemos miedo. La insertora se encarga de la selección previa. Es una garantía”. Incluso asegura que próximamente incorporarán a más trabajadores provenientes de los cursos para personas en exclusión social de la Fundación Tomillo. “Yo invitaría a cualquier empresario a probar con este programa. Estamos encantados”.

Nuria Vilanova. Inforpress: “Aporta un conjunto de valores al equipo”

La fundadora de Inforpress, Nuria Vlianova, decidió incorporar a una persona con síndrome de Down a su equipo como un paso más en la responsabilidad social de la empresa, “algo que fuese más allá de las acciones que veníamos realizando”, explica.

“Al final no es beneficioso solo para la persona que se inserta, que en nuestro caso reparte felicidad y alegría en la empresa, sino que aporta un conjunto de valores al equipo”, cree.

Vilanova reconoce que en el mundo empresarial hay obstáculos para estas personas. “Sin duda hay barreras, porque no somos conscientes de lo que puede ayudar. Pero el proceso de capacitación de este programa está muy bien hecho, porque hay conocimientos técnicos que nosotros necesitábamos saber”.

También cree que el trabajo de los insertores, en su caso, fue “excepcional”. “No es lo mismo integrar a este tipo de personas que un empleado convencional. Hay cosas que no sabes. Hay situaciones de crisis en la que el nuevo empleado lo puede pasar mal y tampoco sabemos el esfuerzo enorme que hace”.

Los beneficiados

Concepción Rodrigo. Tat Mediadores: “Encontré trabajo gracias a mi ángel de la guarda”

Llevaba tres años en paro, hasta que decidió hacer un curso de Administración en la Fundación Tomillo. Concepción Rodrigo había sido toda su vida costurera, pero ya no quería trabajar más en la confección. “No buscaba empleo. Le tenía fobia a ese trabajo”. Así que empezó su cambio reciclándose.

Seis meses después del curso, “encontré el trabajo por mediación de mi ángel de la guarda”, dice mirando a la insertora Mar Extremera. Entró como auxiliar administrativo en mayo de 2009 en TAT Mediadores. Primero hizo prácticas escaneando todos los expedientes en papel de esta asesoría.

Ahora trabaja en el departamento de seguros, baremando los pisos de alquiler. “El trabajo es todo para mí. Ha supuesto todo. Un cambio total. De no tener formación a estar trabajando en una cosa que me gusta”, señala.

Y Rodrigo sigue formándose día a día, demostrando que es capaz de asumir muchos más retos profesionales. “Quiero hacerme una comercial estupenda”.

Daniel Arcos. Inforpress: “Con este empleo estoy tranquilo y muy feliz”

Es un trabajador especial porque tiene síndrome de Down. Daniel Arcos lleva más de un año en Inforpress y está absolutamente integrado. “El trabajo no es duro. Estoy muy tranquilo, contento y feliz. Delia está muy contenta conmigo, Ella me controla mis tareas”, cuenta.

Delia es la responsable de asignar las tareas a Arcos, que van desde ordenar las salas, reponer y colocar los folletos de la empresa, repartir los periódicos y las cartas o realizar el ensobrado para el correo. “Si tengo alguna duda o problema se lo digo a Delia”.

Previamente a su incorporación, realizó una formación que incluía un curso de habilidades sociales. Por ejemplo, “me enseñaron a tener un contacto visual con la gente con la que hablo”.

Anteriormente a su empleo en Inforpress ya trabajó en el almacén de una empresa publicitaria.

Su sueldo le otorga cierta autonomía. “Yo firmé mi contrato. Tengo un sueldo y me puedo comprar ropa, un disco o cosas para mi sobrina”.

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