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Los problemas de competitividad del sector energético español, a examen

– La mejora de los mercados, tanto mayoristas como minoristas y la estabilidad regulatoria, claves para alcanzar un sector competitivo, seguro y sostenible Madrid, 6 de marzo de 2013.- El sector energético español ha experimentado una profunda transformación en los últimos años hacia un modelo basado en el mercado, pero el desarrollo de la competencia […]

sector energetico– La mejora de los mercados, tanto mayoristas como minoristas y la estabilidad
regulatoria, claves para alcanzar un sector competitivo, seguro y sostenible
Madrid, 6 de marzo de 2013.- El sector energético español ha experimentado una
profunda transformación en los últimos años hacia un modelo basado en el mercado,
pero el desarrollo de la competencia es todavía incompleto y la regulación presenta
deficiencias que deben corregirse. Esta es una de las principales conclusiones del
último número de Papeles de Economía Española, publicado por la Fundación de las
Cajas de Ahorros (Funcas), que realiza un exhaustivo análisis del sistema energético.
El sector cuenta en la actualidad con unos excelentes niveles de seguridad en el
suministro y está entre los primeros del mundo en el desarrollo de energías
renovables y sostenibilidad medioambiental. Sin embargo, se enfrenta a un serio
problema de sostenibilidad económica, que se manifiesta tanto en la falta de
competitividad de los precios de la energía como en las cargas financieras que para
las empresas han supuesto determinadas decisiones regulatorias.
La consecución de un sector energético competitivo, seguro y sostenible –como
recomienda la Unión Europea- pasa por alcanzar un funcionamiento plenamente
competitivo de los mercados energéticos mayoristas (en el caso del gas, ni siquiera
existe un mercado organizado con precios transparentes). Además, es necesario
mejorar el funcionamiento de los mercados minoristas de gas y electricidad que son
los peor valorados de la UE por los consumidores. También es conveniente avanzar
en la reducción de la dependencia energética, que en el caso de España alcanza el
80%. Por último, debe mejorarse la regulación energética que ha sido cambiante y
poco predecible, lo que ha incrementado el riesgo regulatorio.
Otra de las conclusiones de los distintos artículos publicados en este número es que
los sucesivos gobiernos han mostrado una falta de confianza en el mercado que ha
generado un círculo vicioso al ofrecer la justificación para decisiones
intervencionistas que han creado barreras a la entrada de nuevos operadores y han
distorsionado las señales de precio y, por tanto, han provocado un problema real de
falta de competencia.
La revista dedica un amplio espacio al análisis del que puede considerarse como el
principal problema de nuestro sistema eléctrico: el déficit de tarifa, que es
diseccionado desde diferentes perspectivas.
Así, Oscar Arnedillo considera que el mercado eléctrico ha funcionado de manera
competitiva y atribuye el déficit de tarifa a decisiones políticas para no incrementar
las tarifas de manera que reflejen el aumento de los costes, sobre todo los de las
energías renovables. Por el contrario, Natalia Fabra y Jorge Fabra consideran que el
déficit de tarifa se debe a la sobrerremuneración de las centrales nucleares e
hidráulicas y a los procedimientos de las subastas de energía de último recurso que
inflan el precio de la electricidad. También Carlos Sallé escribe sobre este asunto y
concluye que el déficit surge por el reconocimiento en la tarifa de costes que no le
corresponden como el apoyo al carbón nacional, las primas a las renovables o las
compensaciones extrapeninsulares, entre otros.