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Agencias de calificación

Hay temas que son recurrentes, las agencias de calificación son uno de ellos. Parece que nacieron ayer: ¿cuántas personas habían oído hablar de ellas hace veinte años?, y no: llevan tiempo dando vueltas, bastante: en 1860 fue creada Poor, Moody’s se fundó en 1909. Pero han sido en esta última década cuando han saltado a […]

Hay temas que son recurrentes, las agencias de calificación son uno de ellos. Parece que nacieron ayer: ¿cuántas personas habían oído hablar de ellas hace veinte años?, y no: llevan tiempo dando vueltas, bastante: en 1860 fue creada Poor, Moody’s se fundó en 1909. Pero han sido en esta última década cuando han saltado a los medios no especializados. Un tema recurrente, y con los temas recurrentes ya saben lo que sucede: se usan, se usan, hasta que dejan de ser útiles.

De las agencias de calificación, ahora, se está diciendo de todo, sobre todo que se pasan de pesimistas porque se equivocaron: no vieron venir lo que estaña llegando, y no lo vieron, se argumenta, por la misma razón que ahora todo les parece mal: porque responden a los intereses de los inversores y no de la verdad.

Vamos a ver. El trabajo de las agencias de calificación es muy sutil, no mienten: eso sería muy fácil de demostrar, lo que hacen es decir lo que es conveniente que digan, lo que dicen es lo que ‘los mercados’ necesitan oír en el momento que las agencias dicen lo que dicen. De hecho, dicen lo que se espera que digan, y a medida que el mundo iba mejor más se esperaba que dijeran lo que debían decir; y lo esperaban todos: todos.

Siempre ha sido así, siempre. Cuando ‘España iba bien’, ‘Europa iba bien’, ‘¡El mundo iba bien!’, ya estaba bien para países y empresas lo que las agencias decían porque eran cosas bonitas (¿pueden encontrar alguna maldición contra alguna agencia de calificación entre el 2003 y el 2007?), y lo eran porque eran las cosas que ‘los mercados’ necesitaban oír, para comprar, para vender, para que los papeles calificados aumentasen su valor … algo de lo que también se beneficiaban quienes emitían.

¡Pero si el crecimiento de la época en la que ‘todo iba bien’ se debió a las agencias de calificación!: si sus calificaciones no hubiesen sido las convenientes, ¿hubiese manado el crédito que posibilitó el crecimiento de ‘aquellos maravillosos años?. Al revés que ahora que el mundo va mal, y las agencias lo reflejan: ‘los mercados’ precisan oír que el mundo no va bien a fin de que quienes van peor hagan lo que tengan que hacer para asegurar que van a pagar un mayor precio para que les compren o refinancien sus deudas. ¿Terrible?, nuestro sistema funciona así, ojo: nuestro sistema: cuando el crash del 29 ya existían las tres agencias que hoy conocemos, aunque entonces fuesen cuatro: Standard Statistics Bureau y Poor se fusionaron en 1941 y crearon Standard & Poor’s, y nuestro modelo no ha hecho más que dar una vuelta de tuerca a esas agencias.

Pienso que no hay que renegar de las agencias de calificación: han sido necesarias: aún lo son, y mientras lo sean continuarán existiendo. Un día, mañana, ya no serán necesarias: sucederá cuando las valoraciones sean reales, sin avalorios, tomando lo fundamental, no lo que parece, ni lo que podría ser, ni lo que será si lo que es se ve como es conveniente que se vea. Ese día llegará, y eso que algunos califican de ‘mentiras’ ya no se producirán porque no serán necesarias; pero ya saben con el dicho: ‘Ten cuidado con lo que deseas’. (De hecho algo ya se está moviendo: se está dudando de su credibilidad: es el principio de su fin).

De alguna manera es lo mismo que ha sucedido con aquellos logros que ‘la clase obrera’ obtuvo y que creyó permanente: la utopía que en cada momento convenía que la población, la ciudadanía, los votantes, creyesen: los sans culottes que en la Revolución Francesa tomaron la Bastilla, que luego pelearon y sufrieron en las Guerras de Coalición y que después fueron los explotados de la I Revolución industrial, las gentes que se mataron y murieron durante la Gran Guerra, quienes en la II llevaron los modelos económicos y sociales entonces en uso hasta las orillas del Elba y a las que, después, se dio una protección social y una creciente capacidad de endeudamiento.

Un proceso que siempre ha sido igual porque no puede ser de otro modo, lo que sucede es que ha sido conveniente que esa población, que esa ciudadanía, que esos votantes, que ese pueblo fuese creyendo lo conveniente en cada momento: hasta ahora que ese estado de bienestar que había sido conveniente crear era permanente, como las agencias de calificación: que en ‘los mercados’ se oyese y se dijese lo que era conveniente decir.

Lo que sucede es que ahora ya son convenientes otras cosas.

(Uno de los problemas de la política, puede que el principal, sea el divorcio que en innumerables ocasiones se produce entre los programas con los que los partidos optan a las elecciones y lo que sucede en la realidad económica … si ganan los comicios. Lo sucedido en Catalunya con la eliminación del Impuesto de Sucesiones en un conjunto de posibilidades, pienso, es un ejemplo destacado.

Es absolutamente cierto que el programa de CiU figuraba la eliminación de tal gravamen, tal partido político obtuvo la victoria en las elecciones regionales de Noviembre, luego, consecuente con su programa, el Gobierno catalán ha eliminado tal figura fiscal. (Ya, en otras ocasiones en los programas figuran promesas que luego no son cumplidas, pero eso es otra historia).

Es decir, absolutamente nadie de quienes votaron a CiU, y fueron muchísimas personas, puede llevarse a engaño: cuando introdujeron en la urna la papeleta con la lista de CiU sabían que si CiU vencía en esas elecciones iba a eliminar tal figura fiscal, y quienes lo ignorasen era su problema: haberse leído el programa; lo que sucede es que en ningún momento de la intensísima campaña que precedió a tales elecciones el partido que hoy gobierna en Catalunya dijo que fuese necesario entrar en el Gobierno con un hacha en una mano y con una sierra mecánica en la otra recortando cualquier cosa que creyese oportuno, y ojo, no estoy criticando los recortes: ahora no toca eso, sino la disociación existente entre ‘promesas electorales’ y ‘realidad cotidiana’.

El Gobierno catalán ha recortado mucho, mucho, del Impuesto sobre Sucesiones, 100 M € menos ingresará por ello, sin embargo los planes del Gobierno de Catalunya hablan de recortes profundos en todo, en cosas como sanidad y educación, por ejemplo (sin haber realizado un análisis previo de si lo que se gasta se gasta bien, pero también esto es otra historia), y eso teniendo en cuenta que las cuentas catalanas muestran un déficit por el que el Gobierno catalán protesta, y ello considerando que Catalunya tiene un déficit fiscal interregional del que ese mismo Gobierno casi no dice nada. Es decir, a los gastos que se recortan con una mano (sin verdaderos análisis de eficiencia) se suman recortes de ingresos que se hacen con la otra, es difícil de explicar, máxime si esos gastos son ‘eliminación de servicios de urgencias que colapsarán otros servicios’ y esos ingresos son ‘herencias’.

¡Y eso que aún no hemos llegado al 22 M!. ¿Se imaginan que puede suceder en Catalunya, en otras regiones, en el Estado, cuando, tras las elecciones de Mayo, ya no haya razón para disimular, matizar, eludir, escamotear o mirar para otro lado?. En los países democráticos la población ha desperdiciado un instrumento salvaje para controlar al partido que ganaba unas elecciones, cualquier elección, y también para controlar a la oposición, cualquier oposición: la comparación entre programas electorales y actuaciones posteriores. En fin, supongo que si ha sido como ha sido es porque así tenía que ser).

(No estoy de acuerdo con lo que dijo el pasado Martes el Señor Gobernador del Banco de España en el sentido de que tenía que haberse abordado hace tiempo la reformas de las Cajas de Ahorro: si tal reforma se hubiese realizado, el número de entidades hubiese sido menor, hubieran concedido menor cantidad de crédito a menos personas y en condiciones más duras, por lo que el consumo-de-todo hubiese sido menor y en consecuencia el crecimiento económico hubiera sido más reducido. Una de las razones por las que ‘España fue bien y más que bien’ fue porque las Cajas de Ahorro hicieron lo que hicieron como lo hicieron, si no lo hubieran hecho así el PIB hubiese sido más pequeñito, es decir, o las Cajas de Ahorro hacían lo que hicieron o España hubiese crecido mucho menos, o nada.

Ya saben lo que pienso: que la evolución de las cosas en cada momento, la dinámica histórica, lleva a hacer lo preciso en cada instante: lo conveniente en base a lo existente. Y la economía española, para crecer a las tasas que creció, ¿qué otra cosa podía hacer diferente a lo que hizo?. Ya: los problemas vinieron después: ahora, pero fue ‘después’, … después: mañana: hoy).

(Como el año pasado, y como los ocho anteriores: el Saloufest: 5.000 estudiantes británicos haciendo turismo en Salou. Las mismas preguntas que hice en el 2010: ¿cuánto PIB generará el evento?, ¿a qué coste?. Lo terrible: esos 5.000 son imprescindibles: no se pueden sustituir con 5.000 amantes de las muestras artísticas romanas de Tarragona y de la extraordinaria cocina de la zona. A eso se le llama dependencia).

(El artículo del FT de ayer sobre España: ni les pongo el link porque ya lo habrán leído: ya empieza a hablase abiertamente: es la deuda privada, ¡es la deuda privada!. La del Sr. Juan Español y su desempleo; la de la empresa Sol, S.L. y sus impagos y su falta de crédito; la del Banco B, S.A., la de la Caja C. Ya empieza a hablarse del tema, ya empieza a hablarse).

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

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