‘¡Joder!, exclamó alguien de un grupo con el que mantenía una conversación, ‘¿Es que no hay forma de pararlos?’, añadió. Se estaba refiriendo a ‘los mercados’. Discutieron, yo callaba y observaba. Alguien me preguntó: ‘¿No tienes nada que decir?’; lo que dije no gustó, a nadie. ‘No, no podemos, argumenté, porque los mercados somos nosotros’. […]