En el Año Europeo de los Ciudadanos, Funcas analiza la solidez del europeísmo y de la identidad europea en el
contexto de la crisis.
El mayor descenso de la confianza en la UE se ha producido en España, donde
el número de ciudadanos que confía en la Unión Europea ha disminuido aproximadamente 50
puntos porcentuales.
El deterioro se debe en gran medida a la valoración negativa de las instituciones
europeas, percibidas como incapaces de solucionar los problemas
El apego hacia la UE ha resistido mejor los efectos de la crisis e incluso ha crecido en
algunos países
La revista Panorama Social, editada por la Fundación de las
Cajas de Ahorros (Funcas), dedica su número 17 a analizar diferentes facetas de la
ciudadanía europea, prestando particular atención a las opiniones y los sentimientos que la UE
suscita en el contexto de la crisis.
Entre 2007 y 2012, el porcentaje de ciudadanos europeos que confía en la UE ha caído 24 puntos
porcentuales, según datos del Eurobarómetro. Aunque este deterioro se ha producido sin
excepción en todos los estados miembros, ha sido mucho más acusado en los países del sur de Europa,
más golpeados por la crisis. Y especialmente en España, donde el porcentaje de ciudadanos que
confía en la UE ha pasado del 74% en 2007 al 23% en 2012, un descenso de 51 puntos porcentuales, el
mayor de toda la UE. La caída fue particularmente drástica en 2012. A pesar de ello,
continúa siendo mayoritario el porcentaje de quienes consideran positiva la
pertenencia de España a la UE (un 55%).
Según el artículo de Mariano Torcal, el deterioro del apoyo de la ciudadanía a la Unión Europea se
debe a la valoración negativa de las instituciones que la representan, más que a los efectos
concretos de la crisis sobre las economías domésticas. Nos hallamos, según el autor, ante una
crisis institucional, ya que los ciudadanos europeos consideraran las instituciones europeas
incapaces de dar respuesta a los problemas que ha puesto de manifiesto la crisis, y esa falta de
confianza institucional ha derivado en el desgaste de imagen de la UE.
Frente al deterioro generalizado de la confianza, el sentimiento de identidad europea y el apego de
los ciudadanos hacia la UE se ha visto menos afectado por la crisis económica e incluso se ha
reforzado en algunos países, como Luxemburgo, Holanda o Finlandia. Sin embargo, como refleja el
trabajo elaborado por Marta Paradés, Teresa Mata y Santiago Pérez-Nievas, las reservas de lealtad
al proceso de integración europea no son inagotables y la prolongación de la crisis económica e
institucional podría llegar a socavar la legitimidad misma de la UE como proyecto supranacional.
El debilitamiento de la imagen de la UE se ha producido a pesar de los esfuerzos de las
instituciones comunitarias para hacer realidad derechos de ciudadanía supranacionales, como indica
WillemMaas a través de un recorrido por la historia de la ciudadanía europea.
Los derechos de los ciudadanos de la UE y los avances en la participación ciudadana también son
objeto de estudio en este número de Panorama Social. Joaquín Sarrión y Traute Meyer analizan en
sendos artículos el derecho de libre circulación, y Yolanda Gómez y José Carlos Cano
destacan en sus trabajos dos mejoras significativas en lo que se refiere a la
participación de los ciudadanos de la UE. Por un lado, Gómez trata la regulación del derecho de
iniciativa ciudadana, en virtud del cual los europeos pueden solicitar a la UE la propuesta de un
texto legislativo en alguno de sus ámbitos de competencia. Cano, por su parte, recoge en su
artículo diferentes iniciativas orientadas a mejorar el acceso de los ciudadanos a la información
sobre la labor de las instituciones europeas, prestando especial interés al Registro de
Transparencia.
Por su parte, Ignacio Molina señala que la crisis ha erosionado la legitimidad democrática de la
UE. Para Molina, el intento de reforzar la legitimidad en la toma de decisiones se hará mediante un
juego tenso entre las instituciones europeas y nacionales, en el que los parlamentos intentarán
imponerse. Un peso excesivo de la influencia de los parlamentos nacionales puede provocar
desequilibrios políticos peligrosos en algunos estados miembros, por lo que se debería reforzar el
papel de las instituciones comunes para lograr que los ciudadanos del sur conecten mejor con
la toma de decisiones europeas.
Según Javier Ramos, la crisis ofrece a la UE una oportunidad para definir su sentido como proyecto
político. Ramos aboga porque la UE defienda hacia el exterior un modelo económico que ha supuesto
durante décadas bienestar y cohesión social para sus ciudadanos y que puede contrarrestar
consecuencias indeseadas de la globalización, como la precariedad laboral, el deterioro
medioambiental o el aumento de poder económico y político del sector financiero.
Finalmente, Stefanie C. Müller y Anne-Marie Reynaers trazan en sus respectivos artículos los rasgos
de la cultura política de alemanes y holandeses que explican algunas de sus actitudes ante la
gestión de la crisis del euro, y en particular sus
reservas ante propuestas como la mutualización de la deuda.