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Los españoles prefieren las pantallas grandes

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En un tiempo, no tan lejano, las familias se reunían para disfrutar de la programación en torno al “gran” televisor de 32 pulgadas que presidía el salón. Ya había más teles en la casa -por supuesto de menor tamaño- pero esta, la del salón, era la principal. Sus 32 pulgadas, unos 81 centímetros nos parecían más que suficientes para presenciar los partidos de futbol, la serie de moda o el telediario.

Pero poco a poco, aquella televisión se nos fue quedando pequeña. Las grandes superficies nos bombardeaban con ofertas de pantallas cada vez más grandes y las eurocopas y mundiales se nos presentaron como la excusa perfecta para renovar nuestro -quizá no tan antiguo- televisor, por uno de mayor tamaño y prestaciones. Al mismo tiempo que iban creciendo en tamaño, iban reduciendo su profundidad, siendo cada vez más planos.

Tener una pantalla menor de 37 pulgadas y de tubo se ha convertido en algo totalmente pasado de moda que da un aspecto anticuado a los hogares. Además la mejora en la calidad de las imágenes y la popularización de dispositivos con tecnologías capaces de capturarlas a mayores resoluciones (HD, 4K…) ha hecho que queramos verlas en su mayor esplendor.

Carlos Pérez, director comercial de Philips afirma “desde 2011 las ventas de televisores de más de 45 pulgadas se han disparado. Ese año el porcentaje era solamente del 6% y ahora estamos hablando de una cuota de mercado del 17% que sigue en ascenso. En Philips nos dimos cuenta de esta corriente y por eso apostamos claramente por formatos superiores a las 45 pulgadas”. No en vano, más de la mitad de los nuevos modelos de la marca holandesa que llegarán durante este año al mercado superan el tamaño de las 45 pulgadas.

Ni el precio ni el tamaño de las pantallas parece ser un problema para los consumidores a la hora de adquirir un televisor de grandes proporciones. Las televisiones de gran formato se han convertido en el elemento central de la decoración del salón. Esto contrasta claramente con la tendencia que hace años pretendía esconder la pantalla tras paneles o puertas del armario.

Los diseños depurados, con marcos minimalistas y nuevas peanas han propiciado que los televisores dejen de ser meramente un dispositivo de entretenimiento con finalidad práctica para convertirse en un elemento estético, diferenciador de nuestro estilo e indicador de nuestro nivel económico. Ya no escondemos el televisor, ahora presumimos de él.

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