Una de las bases estructurales de cualquier proceso de crecimiento personal es la gratitud.
Aprender a dar gracias permanentemente por todas las cosas maravillosas que constantemente estamos recibiendo y disfrutando, para el enriquecimiento de nuestra vida.
Quien agradece, merece lo que recibe y también merece recibir más.
Mírate al espejo, mírate en tus seres queridos, mira tu entorno familiar, mira con ojos de gratitud todas las cosas buenas que la vida te ha dado.
Sólo piensa y mira lo positivo de cada cosa o persona, verás que realmente hay tanto que agradecer.
Dicen que de todos los sentimientos humanos la gratitud es el más efímero de todos. Y no deja de haber algo de cierto en ello. El saber agradecer es un valor en el que pocas veces se piensa. Ya nuestras abuelas nos lo decían «de gente bien nacida es ser agradecida».
Para algunos es muy fácil dar las «gracias» por los pequeños servicios cotidianos que recibimos, el desayuno, ropa limpia, la oficina aseada… Pero no siempre es así.
Ser agradecido es más que saber pronunciar unas palabras de forma mecánica, la gratitud es aquella actitud que nace del corazón en aprecio a lo que alguien más ha hecho por nosotros.
Es la virtud por la cual una persona reconoce, interior y exteriormente, los regalos recibidos y trata de corresponder en algo por lo que recibió. Esencialmente, la gratitud consiste de una disposición interior, un corazón agradecido, pero cuando es genuino trata, de alguna forma, de expresarse en palabras y en obras. Consecuentemente, incluye tres elementos: reconocimiento de que un regalo ha sido recibido; apreciación expresado en agradecimiento; y en cuanto sea posible, regresar de alguna manera lo que se le ha dado de forma gratuita sin ninguna obligación de parte del dador.
La gratitud puede enriquecer tu vida más que un millón de dólares. Para muchos sería fantástico ganar la lotería, poseer casas, carros y toda clase de lujos, pero todo eso no es suficiente. Tú necesitas el adecuado estado mental para disfrutar la vida, tú necesitas gratitud.
Tomar cada nuevo día como un regalo maravilloso es la experiencia más rica y no hay dinero que pueda comprarla. Un día más es una oportunidad más para ver los árboles, el cielo, las montañas; para disfrutar una taza de cafe caliente, para ver tu programa favorito, para salir a pasear, para escuchar música, para bromear con tus familiares o amigos. Ya seas una persona religiosa o no, el entender la vida como un obsequio te otorgará una actitud constante de agradecimiento, sosiego y armonía.
Es una tentación pensar que la gratitud llega al tener todo lo que uno quiere. Es una engaño asumir que alcanzarás la felicidad si tienes dinero, una familia hermosa y quizás una casa en la playa, porque aun así tu sabes que hay gente que a pesar de poseer todo eso es ingrata e infeliz y sin embargo hay gente muy pobre llena de gratitud por lo poco que ellos tienen.
¿De dónde viene este sentimiento, cómo crear gratitud?… El sentimiento de gratitud llega al mirar tu mundo de la mejor manera: con bondad, paciencia y perdón. El estado espiritual de agradecimiento llega naturalmente al valorar a la gente y a las cosas en tu vida. El sentimiento de gratitud es algo que tú puedes aprender y hacer crecer.
Detente, acércate y percibe el perfume de las rosas. Tú no puedes estar agradecido por algo que no notas o que no disfrutas. Necesitas inclinarte y apreciar a los seres y a las cosas que te acompañan, que te rodean. No es necesario ignorar la fealdad en el mundo pero es imprescindible concentrarse en lo bueno, en lo positivo, en los seres queridos, en los amigos, en tú mismo, en lo que posees -aunque sea poco-. Dar gracias es inherente a la verdadera apreciación.
Piensa y reflexiona continuamente en aquello bueno que te ha pasado. Observa lo agradable que se desarrolla y toma forma en tu vida porque aun en medio de las tragedias que todos en algún momento enfrentamos siempre hay un hilo de luz, algo o alguien por quien sonreír.
Cuando el contar tus bendiciones se vuelve un hábito diario la gratitud te permitirá una experiencia más enriquecedora de la existencia.
Viviendo el valor
El valor de la gratitud se ejerce cuando una persona experimenta aprecio y reconocimiento por otra que le prestó ayuda. No consiste, necesariamente, en “pagar” ese favor con otro igual, sino en mostrar afecto y guardar en la memoria ese acto de generosidad. Más que centrarse en la utilidad práctica del servicio recibido, pondera la actitud amable de quien lo hizo.
Aprende a dar las gracias
Ya hemos visto qué es la responsabilidad: aplicarnos con dedicación a lo que nos corresponde; por ejemplo, que el señor barrendero limpie la calle sin dejar un solo papel. Ya vimos también qué es la generosidad: cuando damos más allá de lo que nos corresponde. Por ejemplo, el maestro que se preocupa por explicarnos de nuevo lo que todos ya entendieron.
La alegría que esos favores despiertan en nuestro corazón se llama gratitud. Se manifiesta hacia afuera cuando decimos “gracias” con una sonrisa, cuando le hacemos saber a la persona que nos ayudó lo importante que fue para nosotros ese detalle inesperado (no importa si fue un objeto, un consejo o un pañuelo desechable cuando nos vieron llorar). Pero la gratitud no se reduce a una palabra ni se queda en la superficie: enriquece y transforma nuestra vida cuando mantenemos presente ese acto de afecto para con nosotros. A través de ella nos sabemos queridos por los demás. A través de ella, sabemos querer a los demás.
Para la vida diaria
·Aprende a usar la fórmula que no falla. “Por favor” indica que pedimos algo especial. “Gracias” indica que reconocemos la ayuda.
·Piensa y reconoce todo aquello que recibes de los demás. Exprésalo a tu estilo: con palabras, con un abrazo, con un carta.
.Ve construyendo una cadena de favores: cuando tu recibas uno, haz otro, y pide a esa persona que siga extendiendo la red de ayuda y gratitud.
·No agradezcas sólo los bienes materiales. La ayuda que va más allá de los objetos es tal vez la más valiosa.
Por el camino de la gratitud
tu orgullo, piensa en quienes te han dado la mano a lo largo de la vida. Comprende que te ayudaron a ser quien eres.
·La gratitud no es un intercambio de objetos: “tú me diste, yo te di”. Significa, más bien, “tú te esforzarte por mí, yo estoy dispuesto a hacerlo por ti.”
·No sólo hay que dar las gracias a quienes están vivos y cerca de nosotros. Reconoce en tu corazón a quienes te ayudaron aunque no vivan o se encuentren lejos.
La gratitud y tú
Ser agradecido es apreciar a cada momento lo que los demás hacen por nosotros y generar con ellos un compromiso de confianza: como estamos conscientes de su ayuda, podremos responder de igual forma cuando ellos requieran la nuestra. Cuando la confianza crece, se convierte en amistad: dos seres humanos comparten emociones, problemas, soluciones y la ayuda fluye siempre en las dos direcciones. El respeto y los sentimientos de cariño mutuos crecen hasta regirse por la fidelidad: no sólo agradecemos y correspondemos a quien nos ayuda, tenemos un cariño sólido que nos hará estar siempre allí para responder, sin importar que las circunstancias cambien.
El antivalor y sus riesgos
El principal problema de la ingratitud ocurre dentro de nosotros: perdemos la oportunidad de experimentar el cariño de quien nos ha ayudado o apoyado en momentos de aflicción.
La Gratitud.
Veo árboles verdes y rosas rojas;
Las veo florecer por ti y por mí,
Y pienso para mis adentros:
¡Qué mundo tan maravilloso!
Veo cielos azules y nubes blancas;
El día luminoso y bendito, la noche oscura y sagrada,
Y pienso para mis adentros:
¡Qué mundo tan maravilloso!
Los colores del arco iris, tan bonitos en el cielo,
También están en el rostro de la gente que pasa;
Veo a amigos que se dan la mano y se dicen: «¿Cómo estás?»
En realidad se dicen: «Te quiero.»
Oigo llorar a los recién nacidos; los veo crecer.
Aprenderán mucho más de lo que yo llegaré a saber.
Y pienso para mis adentros:
¡Qué mundo tan maravilloso!
Bonita canción, ¿verdad? Parece que a muchos les gusta. Pero ¿es verdaderamente maravilloso el mundo? Al fin y al cabo, sería igualmente fácil cantar:
Veo niños hambrientos y hombres sin esperanza,
Y guerras sin sentido que nadie puede ganar,
Y pienso para mis adentros:
¡Qué mundo tan terrible!
¿Cuál de las canciones sería más correcta?
No podemos preguntar con justicia cómo es este mundo. Se podría discutir hasta el infinito. El mundo es una sucesión interminable de manchas de tinta (tarjetas de test de Rorschach) en tres dimensiones, con sonido, textura, olor y sabor. Algunas personas ven cosas hermosas; otras personas ven cosas feas y horribles. Lo más frecuente es que las personas vean cosas corrientes y rutinarias.
Todos comprendemos intuitivamente que tenemos derecho a nuestras propias percepciones, sentimientos, opiniones y recuerdos. Cuando alguien pone en tela de juicio ese derecho, nos sentimos ofendidos como una cosa natural. Si yo me doy un golpe en los dedos del pie, tan fuerte que se me saltan las lágrimas, y alguien me dice: «¡Vamos, no puede haberte dolido tanto! ¡Deja de dramatizar!», yo me sentiré ofendido. Si alguien me reprocha por reírme mucho y con fuerza, diciéndome que «la cosa no tiene tanta gracia», también me sentiré ofendido, por el mismo motivo. Si alguien dice: «Lo que has visto en la mancha de tinta no es lo correcto», también es ofensivo.
La práctica de la Gratitud no le exige que censure sus percepciones, sus opiniones, sus sentimientos ni sus recuerdos, ni que los edulcore. La práctica de la Gratitud no le exige que corte sus percepciones del mundo a la medida de las especificaciones que yo le propongo. La práctica de la Gratitud no le exige ver siempre jardines y no ver nunca cosas desagradables.
Cuando practicamos la Gratitud, recordamos con toda la frecuencia que nos sea posible que el mundo es una sucesión interminable de estímulos ambiguos, una sucesión interminable de manchas de tinta. Siempre tenemos la posibilidad de volver a mirar. A veces, cuando usted vuelva a mirar, encontrará algo de lo que estar agradecido, algo que podría habérsele pasado por alto de otra modo. Esto le sucederá con mayor frecuencia si hace sitio para la Gratitud en su corazón y le da la bienvenida.
La Gratitud siempre es un podría, nunca un debería. La diferencia entre «usted debería practicar la Gratitud» y «usted podría practicar la Gratitud» es semejante a la diferencia entre «debes comer helados» y «puedes comer helados». Si por algún motivo a usted lo obligaran a comerse todos los días grandes cantidades de helados de su sabor favorito, tardaría poco tiempo en aborrecerlo. La Gratitud libremente elegida es una vivencia fundamentalmente diferente de la Gratitud estimulada para satisfacer a otra persona o para acallar los sentimientos de culpabilidad.
El significado corriente de la palabra Gratitud es un sentimiento agradable, a la vez que tierno, de calor, de simpatía y de deuda hacia otra persona porque esa persona nos ha tratado con una amabilidad o con una generosidad inesperada. Algunas veces el sentimiento de Gratitud es más sutil. Puede ser un sentimiento delicado de agradecimiento hacia la naturaleza, el universo o un ser supremo, como reacción ante algún placer pequeño que otra persona podría no percibir siquiera. La Gratitud puede significar también la vivencia privada de placer (unas veces sutil, otras veces intenso) que se produce cuando hemos sido recompensados de algún modo, ya sea por las circunstancias o por otra persona.
Hasta aquí hemos hablado de la vivencia de la Gratitud. La práctica de la Gratitud es otra cuestión. La práctica de la Gratitud es la intención de pensar y de comportarse de un modo tal que acoja la vivencia de la Gratitud, sean cuales sean nuestras circunstancias o nuestras vivencias anteriores.
El sentimiento de Gratitud es un ave tímida. No sirve de nada perseguirla. La Gratitud verdadera no se puede forzar nunca. Intentar con todas nuestras fuerzas sentir Gratitud sería como intentar con todas nuestras fuerzas quedarnos dormidos o enamorados. Cuanto más ahínco ponemos por estar agradecidos, más evasiva se vuelve la vivencia. Debe venirnos con su propio calendario y con sus propias condiciones. Practicamos la Gratitud a base de prepararle en nuestro corazón un hogar donde pueda establecerse. El ave no siempre viene, pero, si le preparamos un hogar, suele venir con bastante frecuencia.
La Gratitud no sólo es un ave tímida, sino que también da casi siempre la impresión de ser un ave oscura y poco visible. Los momentos de Gratitud intensa y estimulante son bastante raros en las vidas de la mayoría de las personas. Pero cuando la Gratitud se instala en el hogar que le hemos preparado, advertimos su canto callado y encantador. Advertimos su colorido sutil pero afable, el modo fascinante en que se mueve y vuela. El esfuerzo por saborear, por apreciar y por agradecer las vivencias pequeñas y agradables con que nos encontramos nos sintoniza con las resonancias internas de placer que producen.
Cuando usted haya comprendido la Gratitud y su relación con los instintos, las posibilidades para la práctica de la gratitud pueden parecerle abrumadoramente densas y numerosas. Para evitar sentirse abrumado, puede probar a seguir un calendario como el siguiente:
Día 1º: Practique la Gratitud por la comida que come, ya sea especial o rutinaria. No cambie su alimentación habitual.
Día 2º: Practique la Gratitud por el hecho de tener una casa, un apartamento o una tienda que lo abriga de los elementos. Practique la Gratitud por la comodidad que le ofrece.
Día 3º: Practique la Gratitud por las personas que lo aman o que lo aprecian. No se preocupe de cuántas sean ni de lo agradables o atractivas o serviciales que sean. Limítese a centrarse en el hecho sencillo de que existen al menos algunas personas en el mundo que lo aman o lo aprecian, y esté abierto a la Gratitud por ello.
Día 4º: Si tiene un compañero o compañera o un amigo especial, pase el día lleno de agradecimiento por las cosas que ese compañero o compañera aporta a su vida (sin tener en cuenta las cosas que usted desea y que él o ella le han aportado).
Día 5º: Practique la Gratitud por los buenos recuerdos que usted pueda tener. NO intente apartar a la fuerza de su conciencia los recuerdos malos, pero sea consciente de los buenos.
Día 6º: Practique la Gratitud por los placeres pequeños y momentáneos de la vista, el olfato, el sonido y el tacto, entre los cuales se cuentan el cielo, las nubes, la luz del sol y las flores.
Día 7ª: Practique la Gratitud por la música que usted puede oír normalmente.
Día 8º: Practique la Gratitud por cualquier oportunidad que pueda tener para reírse en el transcurso de su jornada normal. Cuando se ría, practique la Gratitud por la sensación agradable que le produce.
Día 9º: Practique la Gratitud por todas las personas honradas, inteligentes y bienintencionadas que hay en el mundo. No se dedique a buscarlas. Limítese a advertirlas cuando sea conciente de ellas.
Día 10º: Practique la Gratitud por la vida vegetal que vea, que toque o que huela en su jornada normal.
Día 11º: Practique la Gratitud por las aves que oiga cantar o que vea volar en el transcurso de su jornada normal.
La lista anterior no tiene nada de especial. Sus componentes han sido elegidos arbitrariamente, aunque son ejemplos deliberados de los placeres corrientes que podrían evocar la vivencia de la Gratitud cuando se practica con diligencia la Gratitud. Añada con libertad elementos a esta lista, o utilice ésta como modelo para componer una lista propia.