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Archive for the ‘Adsense tu Amigo’ Category

Ensalada del amor y amistad, comida afrodisiaca

Posted by admin On febrero - 12 - 2009

Afrodisíaca: Ensalada Paraíso

2 manzanas,

una lata chica de ananá,

1 apio entero,

1 taza de mayonesa,

4 cucharadas soperas de crema,

un limón,

avellanas picadas.

Se pelan las manzanas, se les quita el corazón, se cortan en rodajas finas y se rocían con jugo de limon para que no se ennegrezcan.

Se eligen los tallos más blancos del apio, se pelan y se cortan en cuadritos pequeños. Se mezcla medio vaso de jugo de ananá con la mayonesa y la crema.

En una ensaladera, se ponen la manzana, el apio, las rodajas de ananá y las avellanas, se vierte la salsa por encima y se remueve con cuidado para que todo quede bien mezclado y no se rompan las rodajas de manzana.

Se enfría y se sirve.

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Estoy aprendiendo… Amistad y amor

Posted by admin On febrero - 12 - 2009

Estoy aprendiendo…

Estoy aprendiendo a aceptar a las personas, aun cuando ellas me decepcionan, cuando huyen del ideal que tengo para ellas, cuando me hieren con palabras asperas o acciones impensadas.

Es dificil aceptar las personas como ellas son, sin que sean como deseamos que ellas sean.
Es dificil, muy dificil, pero estoy aprendiendo.

Estoy aprendiendo a amar.
Estoy aprendiendo a escuchar. Escuchar con los ojos y oidos.
A escuchar con el alma y con todos los sentidos.
Escuchar lo que dice el corazon, lo que dicen los hombros caidos, los ojos, las manos inquietas.
Escuchar el mensaje que se esconde por entre las palabras vanas, superficiales.
Descubrir la angustia disfrazada, La inseguridad mascarada, la soledad encubierta.

Penetrar la sonrisa fingida,la alegria simulada, la vanagloria exagerada.
Descubrir el dolor de cada corazon.
Poco a poco, estoy aprendiendo a amar.
Estoy aprendiendo a perdonar. Pues el amor perdona, quita los rencores, y cura las heridas que la incomprension e insensibilidad lo lastimaron.

El amor no alimenta resentimientos con pensamientos dolorosos.
No cultiva ofensas con lastimas y autoconmiseracion. El amor perdona, olvida, extingue todos los esquicios de dolor en el corazon.

Poco a poco…
Estoy aprendiendo a perdonar.
Estoy aprendiendo a descubrir el valor que se encuentra dentro de cada vida, de todas las vidas.
Valor soterrado por el rechazo, por la falta de comprension.
Cariño y aceptacion, por las experiencias desagradables vividas a lo largo de los años.
Estoy aprendiendo a ver,en las personas su alma, y las posibilidades que Dios les dio.

Estoy aprendiendo,
¡Pero como es de lento el aprendizaje!,
¡Como es dificil amar, amar como Cristo amo!
Todavia, tropezando, errando, estoy aprendiendo…
Aprendiendo a no ver solamente …mis propios dolores, mis intereses, mi ambicion, mi orgullo, cuando estos impiden el bienestar y la felicidad de alguien !

¡¡Como es dificil amar, pero estoy aprendiendo!!.

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Expresemos ese amor en pequeños gestos diarios, sin esperar ocasiones especiales. Todos los días son días del amor y la amistad. Hagámonos de amigos. «Domestiquemos» y dejémonos «domesticar» por aquellos seres especiales con los que sintamos afinidad. No tengamos miedo al Amor. Una amistad puede llegar a alcanzar esa elevada forma de amor de la que habló Gandhi. Una pequeña llama puede alumbrar en medio de las tinieblas. Tal vez el odio, la soledad, la incomprensión y la violencia cedan ante el poder del infinito Amor de Dios manifestado en nosotros. Saquemos tiempo para Amar.

«Los hombres ya no tienen tiempo para conocer nada;
compran las cosas ya he hechas a los comerciantes;
pero como no existe ningún comerciante de amigos,
los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo,
¡domestícame!» – El Principito, Antonie de Saint-Exupery

Uno de los principales problemas que aquejan a la humanidad es la soledad, no la soledad física, pues nos hayamos rodeados de gente, sino la soledad existencial. No hay peor soledad que la soledad entre la gente. Nuestras vidas agitadas se han convertido en rutina, a costa de hacer siempre las mismas cosas y luchar contra el tiempo. Nos levantamos sin haber dormido lo suficiente, para emprender la carrera loca de repartir niños a las escuelas, a veces sin desayunar, para luego de unas horas de congestión de tráfico llegar en el último minuto a nuestro trabajo. Allí también nos enfrascamos en nuestras tareas sin dedicar ni una sonrisa al que nos pasa por el lado y en medio de nuestra ofuscación, sin querer, herimos. Regresamos al hogar al final del día, después de unas cuantas paradas para buscar la ropa que algún día dejamos en la lavandería y que ya habíamos olvidado, comprar comida en el supermercado y recoger los niños, para entonces ayudarles a hacer las tareas, cocinar y hacer mil trabajos más. No tenemos tiempo para nada.

Como si eso fuera poco, nos arropa un consumismo rampante que nos hace creer que todo lo que anuncian en la tele y la radio es indispensable para vivir y aunque no tengamos con qué, corremos a comprarlo, sobre todo, si está en especial (y aunque no lo esté). Todo se consigue al instante en el escaparate. Si algo no nos gusta o nos cansa, lo desechamos y compramos otra cosa. Todo es desechable, hasta las relaciones humanas. El acelerado ritmo de vida, el consumismo, y otras tendencias crecientes en nuestra sociedad han impactado nuestras vidas. Nos hemos ido materializando, nos hemos ido endureciendo, nos hemos ido quedando solos. Hemos dejado de tener amigos, porque como dijo Saint-Exupery, «no existen comerciantes de amigos» y no tenemos tiempo para hacer amigos/as por nuestra propia cuenta. Alfonso Rey escribió acertadamente:

«… Porque
Amar es dar y sólo con
dolor consigue dar quien
habitualmente vive
esperanzado de recibir.
Amar es servir,
y de lo que el hombre gusta
es de ser servido.
Amar es renunciar,
y el hombre siempre aspira
de inmediato a cosechar.
¿Cómo, entonces no le va
a resultar costoso amar?

Los amigos, como el amor, no se compran. Los amigos se hacen. Para hacer amigos, hay que saber serlo. Para tener amigos, hay que dedicarles tiempo. Toda verdadera amistad comienza con ese proceso de «domesticación» mutua de que habla Saint-Exupery y culmina con esa sublime e intensa intimidad del alma que nos enrriquece y hace ser mejores personas. Para ser amigo/a hay que saber dar y saber recibir. A veces implica el dar sin esperar nada a cambio. Para ser amigo hay que estar dispuesto a dejar de pensar un poco en nosotros mismos para pensar en la otra parte, a morir un poco a nosotros mismos para renacer en la otra orilla. En toda verdadera amistad hay algo de «enamoramiento» en el sentido más puro y excelso de la palabra, enamoramiento, admiración y respeto. Nuestra cultura no tiene un vocablo adecuado para expresar el sentimiento de la verdadera amistad. Decirle «te amo» a un amigo o amiga puede asustar, ya que puede sonar demasiado apasionado (es que nuestra cultura es así, apasionada). «Te quiero mucho» resulta superficial y poco profundo. ¡Tendremos que re-inventar palabras! En ausencia de palabras, demostrémoslo con hechos (aunque a veces es saludable decirlo también).

Ser amigo/a es identificarse con el dolor del otro/a y también con su alegría. Es el compartir los momentos buenos y los no tan buenos. Es el saber escuchar, el poner una mano en el hombro cuando el apoyo y el respaldo hacen falta. Es el extender la mano en la necesidad y el enjugar una lágrima en la angustia. Es el atreverse a abrazar sin miedo, en medio de una sociedad que todo lo ha sexualizado. Es el amar porque sí, porque nos sale de adentro. Es el subir a la montaña y escuchar en medio del silencio el sonido de lejos de una cascada. Es el disfrutar de la misma luna desde parajes distantes y reír juntos, trabajar juntos, superarse juntos (el contibuír a que alguien se hunda no es de amigos, sino de enemigos). Es el estar dispuesto a llorar en el momento de la partida, de ser necesario y atesorar el instante compartido después del tiempo. Para ser amigo/a hay que hacerse vulnerable y eso asusta. Ante un amigo/a, se desnuda el alma. Hay que arriesgarse a ser herido. Hay que estar dispuesto/a a perder para ganar, pero siempre hay ganancia en la amistad, ganancia que no se mide en balanzas de mercado, pero se mide en regocijo del alma y crecimiento espiritual. La amistad es un regalo de Dios.

El sabio rey Salomón dijo en uno de sus proverbios: «En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia» (Proverbios 1″:17). Añadió luego: «El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; y hay amigo más unido que un hermano» (Proverbios 18:18). ¡Cuánta falta nos hace cultivar amigos! Es un bálsamo para el alma cansada, un refrigerio para el alma, un apoyo en la necesidad. El verdadero amigo permanece a nuestro lado cuando todos se han ido, nos acompaña cuando los demás nos abandonan, nos defiende cuando otros nos juzgan, nos aconseja cuando nos desviamos del camino y nos ayuda a ser restaurados.

En días pasados se celebró el Día de la Amistad. Qué bueno sería que todos los días fueran «día de la amistad», día para compartir, día para regalar aunque fuera una flor, una sonrisa, un abrazo a tiempo. Tenemos que hacer altos en el trajín cotidiano para sonreir, para saludar, para abrazar, para Amar con «A» mayúcula, para hacerle sentir a esos amigos especiales que son importantes para nosotros, que nos preocupan, que pueden contar con nosotros.

Mahatma Gandhi dijo: «Si un solo hombre consiguiese vivir alguna vez la más elevada forma de amor, ello bastaría para neutralizar el odio de millones de otros hombres.» Hubo quien lo hizo, Jesús de Nazareth. El más grande gesto de amor lo expresó en la cruz. Fue el mismo Jesús quien dijo a sus discípulos: «Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por los amigos» (Juan 15:12-13). No es un consejo, amar es un mandamiento divino, Amar con «A» mayúscula. Juan, el Apóstolo del amor, escribió en su Primera Epístola 4:7-11: «Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos nosotros amarnos unos a otros.» Si Jesús mismo, el Dios encarnado, nos amó de tal manera y valora de tal forma la amistad, lo menos que podemos hacer nosotros es tratar de imitarle en algo. Amemos a nuestros amigos (aún a nuestros enemigos, como El enseñó también). Repartamos alegría, paz, afecto del bueno. Sembremos semillas de amor. Atrevámonos a Amar. El Apóstol Juan escribió en la misma Epístola: «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor» (1 Juan 4:18).

(761)

Reflexion de amor y amistad NO CULPES A NADIE

Posted by admin On febrero - 12 - 2009

Mírate en el espejo de ti mismo y serás libre y fuerte y dejarás de ser un títere de las circunstancias porque Tu mismo eres Tu destino.

Levántate y mira el sol por las mañanas y respira la luz del amanecer.

Tú eres parte de la fuerza de Tu vida, ahora despiértate, lucha, camina,

Decídete y triunfarás en la vida; nunca pienses en la suerte, porque la suerte es:

el pretexto de los fracasados.

No culpes a Nadie

Nunca te quejes de nadie, ni de nada, porque fundamentalmente Tu has hecho lo que querías en Tu vida.


Acepta la dificultad de edificarte a ti mismo y el valor de empezar corrigiéndote El triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas de su error.
Nunca te quejes de Tu soledad o de Tu suerte, enfréntala con valor y acéptala.
De una manera u otra es el resultado de tus actos y prueba que Tu siempre has de ganar.
No te amargues de Tu propio fracaso ni se lo cargues a otro, acéptate ahora o seguirás justificándote como un niño.

Recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar y que ninguno es tan terrible para claudicar.

No olvides que la causa de Tu presente es Tu pasado así como la causa de

Tu futuro será Tu presente.

Aprende de los audaces, de los fuertes, de quien no acepta situaciones, de quien vivirá a pesar de todo, piensa menos en tus problemas y más en Tu trabajo y tus problemas sin alimentarlos morirán.

Aprende a nacer desde el dolor y a ser más grande que el más grande de los obstáculos,

Pablo Neruda

(596)

Preguntas de amor y amistad

Posted by admin On febrero - 12 - 2009

Preguntas
¿Cuánto pesa un beso? Depende del tiempo que dure su sabor.
¿A qué velocidad caen las lágrimas? Son más veloces cuánto más quieres aguantarlas.
¿Quién corre más que la vida? Las ganas de salir de ella.

¿Cuánto dura un suspiro? Un suspiro, un instante, su sensación, puede durar hasta días.
¿A qué distancia está el amor? A la distancia justa que separa a los dos corazones.
¿Quién vuela más alto que los sueños? La esperanza de alcanzarlos.

¿Cuánto cuesta la pasión? A veces la vida.
¿A qué altura se encuentra el deseo? Un poco más bajo que los sueños.
¿Quién canta mejor que el silencio? Nadie.

¿Cuánto mide la mirada? Mide hasta tocar los pensamientos a través de los ojos.
¿A qué fuerza obedecen los abrazos? A la fuerza de “yo soy para ti y tú para mi”.
¿Quién se esconde como la felicidad? Se esconde el miedo a cambiar.

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La verdadera amistad es imperecedera

Posted by admin On febrero - 12 - 2009

puede haber amistad aun existiendo la separación de la muerte, con tal de que nuestros ojos, con la luz de la fe, no vean la muerte como un aniquilamiento desconsolador, sino como un tránsito a modos de amistad que aquí no hacemos sino esbozar y ensayar, con el entusiasmo de quien sabe que se está abriendo así a formas de unidad absolutamente entrañables e imperecederas.

De joven, leí la Ética a Nicómaco del gran Aristóteles, me encantó el elogio que hace de la amistad al afirmar que «es lo más importante de la vida», pero no dejó de sorprenderme que redujera la verdadera amistad a las personas virtuosas. Entonces pensaba yo, ingenuamente, que las virtudes eran actitudes propias de personas especialmente comprometidas con la fe religiosa. Al descubrir, más tarde, que las virtudes -la generosidad, la fidelidad, la cordialidad, la apertura veraz y afectuosa…— son sencillamente las condiciones del encuentro auténtico, advertí que ejercitar las virtudes no es algo optativo; resulta ineludible para todo el que no renuncie a su desarrollo personal, ya que —según la mejor Antropología actual— los seres humanos somos «seres de encuentro»: vivimos como personas, nos desarrollamos y perfeccionamos como tales creando toda suerte de encuentros. Vistas así las virtudes, debemos convenir con el sabio griego que son las garantes de la verdadera amistad.

Que la amistad, bien entendida, es lo más importante de la vida lo fui comprobando a medida que tuve la fortuna de hallar buenos amigos. Entonces pude sentir, personalmente, la excelencia de la lealtad. Si, en un momento determinado, te ves acosado por diversos frentes adversos, y una, dos, tres personas cierran filas en torno a ti para blindarte con su confianza, su decisión a defenderte, su afecto inquebrantable…, te haces cargo de lo que es la lealtad. El que es leal es tenaz, fuerte en la adversidad, seguro de sus sentimientos, independiente de criterio ante las insidias de los adversarios. Al vivir, en ciertos momentos de la vida, este tipo de lealtad, hice mío el dicho de Horacio: «Mientras esté en mi sano juicio, nada será para mí comparable a un dulce amigo». Y comprendí la sentencia del Eclesiástico (6, 14): «Un amigo fiel es una fuerte protección; quien lo encuentra encuentra un tesoro».

El entusiasmo ante la grandeza de la verdadera amistad sufre un rudo golpe cuando uno hace la experiencia de que, a mayor amistad, mayor es el dolor ante la pérdida definitiva de un buen amigo. A fuerza de golpes llegué a preguntarme si es posible la amistad existiendo la muerte. El amor verdadero es incondicional; no está sometido a condición alguna de tiempo y espacio. Tiene un principio, pero rechaza tener un fin. Por eso decimos bien cuando afirmamos que «el amor pide eternidad». Y nos desconcertamos cuando vemos que la muerte parece poner fín a los lazos amistosos. La respuesta a esta azarosa cuestión tuve que buscarla en la promesa hecha por Jesús a quien crea en Él, es decir, a quien esté adherido a Él y conserve la amistad hasta el final: «aunque muera, vivirá». Jesús puso toda su vida a la sola carta del amor oblativo y nos hizo saber que su mandamiento específico -el que condensa toda su doctrina y su misión salvadora— consiste en que nos amemos unos a otros. Visto todo ello en bloque, descubrí, súbitamente, que Él es el puente que une esta vida y la otra para quienes se unen a Él y hacen de su vida un acto de amor.

Comprendí, entonces, un poco mejor la profunda intuición que tuvo San Agustín al hablar del ordo amoris. Amarse no se reduce a tenerse cariño los unos a los otros, que ya es mucho; es participar en una estructura de amor en la que estamos instalados desde antes de nacer. En su primer proyecto de amor, nuestros padres nos llamaron a la existencia y nuestra vida consiste en responder con agradecimiento a esa invitación generosa. Pero esa llamada paterna tiene poder de crear vida porque está hecha en nombre del Creador de todos los seres. Vivir en amistad con quienes nos rodean no implica sólo estar inmerso activamente en una trama de interrelaciones afectivas; significa participar en el proceso de creación del universo, que procede de un acto amoroso de quien se define como Amor (1Jn 4).

Siempre me ha animado mucho pensar que cada acto verdaderamente amistoso por nuestra parte significa colaborar con el Creador a dar forma definitiva al universo. Hoy sabemos que el cosmos se halla fundado, últimamente, en «energías estructuradas», es decir, relacionadas, y tiene como meta crear nuevas formas de relaciones. Poder y deber crear tales relaciones es el gran privilegio del ser humano. Si vivimos creando vínculos de verdadera amistad, otorgamos un valor inmenso a cada momento de nuestra vida; lo convertimos en un «instante eterno», por así decir, y nos encaminamos hacia una plenitud futura que no podemos ahora ni vislumbrar.

En los momentos de abatimiento debidos a la pérdida de amigos, me eleva el ánimo pensar que el cultivo de la amistad en esta vida caduca no es propio de seres ilusos, sino de personas ilusionadas, abiertas a formas de amistad de cuya grandeza la mejor amistad humana no es sino un mero barrunto, tímido, insuficiente, pero inmensamente esperanzado.

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