Diciembre, y más concretamente la Navidad, nos brinda montones de momentos dignos de nuestro respeto y de nuestra sonrisa, como por ejemplo el hecho de disponer de algún que otro día de fiesta y de vacaciones pagadas; el hecho de ver a familiares y amigos a los que queremos y hace tiempo que, por diversos motivos, no podemos ver; o el recibir ese regalo tan deseado la noche de nochebuena, la mañana del 25 de diciembre o el día de Reyes.
Todo eso es cierto, sí. Pero no lo es menos el hecho de que si nos contagiásemos de esa misma sensación de optimismo peliculero el resto del año, la vida de todos nosotros sería mucho mejor. Si todo el mundo disfrutara más siendo feliz, compartiendo buenos deseos o buscando detalles divertidos y originales para regalar y sorprender a terceros… ¿Por qué debería ocurrir solo en Navidad? ¿No es cualquier día un día excelente para ser felices y disfrutar?
Pues aunque a simple vista parecen preguntas absurdas, lo cierto es que no se hace durante el resto del año y es la Navidad la que parece conducir a la mejor versión de uno mismo. Como si de una llamada de atención al interior de cada uno se tratase: “Eh, tú… ¿ya has hecho feliz a alguien y has sonreído lo suficiente este año? ¡Pues a qué esperas!”. Esa llamada de atención que, cuando se avecina el final de un año, parece advertir a todos de la fugacidad de la vida y de la urgencia y la ansiedad que puede provocar la idea de una última oportunidad.
Lo ideal sería concienciarnos de la necesidad que los seres humanos tenemos del ambiente navideño en versión anual, pero tal vez las cosas en su punto justo tengan mucha más gracia y que, tarde o temprano, nos cansáramos a la larga de tanta felicidad. Tal vez se trate de una especie de feng shui; de contrarrestar lo bueno y lo malo para no morir en el intento de un gran empacho.
Si no se es capaz de mantener la felicidad que parece reinar durante las fiestas navideñas, siempre se tendrá la oportunidad de buscar la motivación, el ánimo, la esperanza y el buen humor en cualquier otro sitio, como por ejemplo en Internet, que sabedor de las circunstancias y de los ritmos acelerados del día a día, sabe pertrecharse bien de recursos para poner una sonrisa aunque sea a las siete de la mañana esperando muertos de frío un autobús para ir a trabajar.
Tener detalles y mostrar amor hacia esas personas que significan tanto para nosotros no tiene que ser algo que solo ocurra en Navidad, se tenga el humor que se tenga. Los nuestros nos necesitan siempre y nosotros a ellos para seguir de pie.
¡Feliz Navidad!
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