El Día del Padre contemporáneo es unívocamente estadounidense en su historia. Junto con el Día de la Madre, es una expresión de gratitud tanto pública como personal que merecen todos los progenitores afectuosos.
Por qué, entonces, el Día de la Madre ha sido un feriado nacional durante casi un siglo, mientras que el Día del Padre recibió ese reconocimiento tan solo hace unas décadas?
Las propuestas en favor de un Día del Padre y un Día de la Madre—a favor de reservar un tiempo para que los hijos honren a sus padres—fueron introducidas en la cultura estadounidense casi al mismo tiempo. (El Día de la Madre fue sugerido originalmente en 1872 por Julia Ward Howe, autora de “The Battle Hymn of the Republic”, pero ella lo imaginó como un día para que las mujeres protesten contra la guerra). La primera celebración del Día del Padre aconteció en Spokane, estado de Washington, el 19 de junio de 1910. Esto fue dos años después de que la maestra de escuela Anna M. Jarvis iniciara su campaña desde Filadelfia para establecer un Día de la Madre a nivel nacional.
Sonora Louise Smart Dodd concibió la idea de un Día del Padre en 1909 mientras escuchaba un sermón que avalaba el concepto de un Día de la Madre. El padre de Dodd, William Jackson Smart, había criado solo a seis hijos tras el deceso de su esposa al dar a luz. Tan fuerte era su deseo de honrar su fortaleza de carácter y devoción que el Día del Padre fue pensado para que cayese el día de su cumpleaños, el 5 de junio, pero tuvo que ser pospuesto. Fue escogido un domingo siguiente debido a que la visión de Dodd del Día del Padre incluía un servicio religioso dedicado a los padres durante el cual recibirían pequeños obsequios de sus hijos.
La señora Sonora Smart Dodd, de Washington, fué la que propuso la idea del "día del padre"
Las rosas fueron seleccionadas como la flor oficial del primer Día del Padre, con flores blancas para recordar a los padres que había fallecido y rojas para honrar a los vivos. (Esa tradición persiste). Tanto el alcalde de Spokane como el gobernador del estado de Washington rápidamente aprobaron el Día del Padre. En ese mismo año, 1910, Virginia occidental se convirtió en el primer estado en proclamar un Día de la Madre. Para 1911, sin embargo, casi todos los estados adoptaron esa celebración. En 1913, a raíz de una resolución unánime de la Cámara de Representantes que exigía a los funcionarios del gobierno lucir claveles blancos el Día de la Madre, el Presidente Woodrow Wilson declaró, “al segundo domingo de mayo como una expresión pública de nuestro amor y reverencia por la madres de nuestro país”.
El Día de la Madre fue un feriado nacional, pero a pesar del apoyo de los periódicos y de figuras políticas prominentes, el Día del Padre no obtuvo un ímpetu similar. No obstante, una serie de ‘reinvenciones’ independientes de la idea dieron fe de su encanto popular. Por ejemplo, Harry C. Meek, presidente del Club de Leones de Chicago, es denominado en ocasiones el “creador del Día del Padre” debido a su vigoroso apoyo a favor de la idea que data desde la década de 1920.
En una coincidencia sorprendente, Meek eligió el 20 de junio como el Día del Padre, probablemente porque en esa fecha era su cumpleaños.
Sí era algo popular, ¿por qué los intentos de cabildear a favor de formalizar el Día del Padre no fueron exitosos? La inercia no se debió a la falta de simpatía. En 1916, el Presidente Woodrow Wilson celebró un Día del Padre privado junto a su familia. En 1924, el Presidente Calvin Coolidge suscribió una resolución sobre el Día del Padre para “establecer relaciones más intimas entre los padres y sus hijos y para inculcar a los padres la medida total de sus obligaciones”.
Coolidge recomendaba la “celebración generalizada” del Día del Padre pero no lo declaró un feriado nacional, tal como Wilson había hecho con el Día de la Madre. Ese reconocimiento tomaría casi cinco décadas. Mientras tanto, el Día del Padre continuó siendo ampliamente celebrado pero sin estar formalizado.
Una teoría plausible de porqué las dos celebraciones fueron tratadas de manera diferente es que los miembros de la Cámara de Representantes consideraban que otorgar reconocimiento a las madres era algo galante pero darle el mismo saludo a los de su mismo sexo lucía interesado. Una teoría más perturbadora es que, incluso entonces, el rol de la paternidad era subestimado. En verdad, podía haber sido visto como un desaire a las madres y, por ende, políticamente desacertado tratar a ambos progenitores como equivalentemente importantes.
Cualquiera fuese la razón, el camino al establecimiento del Día del Padre como un feriado nacional permanente fue arduo. En 1926, un Comité del Día del Padre Nacional fue establecido en la Ciudad de Nueva York, pero no fue sino hasta 1956 que el siguiente paso significativo tuvo lugar: el Día del Padre fue reconocido por una resolución conjunta del Congreso.
Al año siguiente, la senadora Margaret Chase Smith hizo un apasionado llamado al Congreso para que diese el siguiente paso y formalice el Día del Padre. Escribía Smith: “El Congreso ha sido culpable durante cuarenta años del peor descuido posible… contra los padres gallardos… de nuestra tierra…. O bien honramos a ambos progenitores, madre y padre, o desistamos de honrar a uno de ellos… Pero seleccionar solamente a uno de nuestros dos progenitores y omitir al otro es el más penoso insulto imaginable”.
El “penoso” insulto continuó hasta 1966 cuando el Presidente Lyndon Johnson firmó una proclama presidencial declarando que el tercer domingo de junio de 1966 sería reconocido como el Día del Padre. Tomaría seis años más antes que el Presidente Richard Nixon estableció el Día del Padre como un feriado nacional permanente a ser celebrado el tercer domingo de junio cada año.
Los Estados Unidos deberían ser ampliamente aplaudidos por introducir por primera vez un día en el cual las familias reconocen a los padres. Y, si al Día del Padre le llevó mucho tiempo recibir el reconocimiento público que merecía, quizás este puede ser un recordatorio de cuán fácilmente resulta, aún para aquellos con buenas intenciones, ignorar la importancia de la paternidad.
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