Tal como se practica hoy, esta costumbre se inició en los países de habla inglesa en el siglo XVIII y hace algunos años, llegó a los países latinos. Sobre su origen, aún no hay acuerdo: tres leyendas intentan explicar la tradición.
La primera cuenta que en el año 270 el emperador romano Claudio II prohibió el matrimonio argumentando que los recién casados se negaban a ir a la guerra, entonces el obispo Valentín comenzó a casar a las parejas de manera clandestina. Pero la “insurrección” del cura pronto fue descubierta y el emperador ordenó que lo decapitaran. Sin embargo, mientras estaba encarcelado y esperaba su muerte, conoció a Julia, la hija de su custodio, y se enamoró. Valentín fue ejecutado el 14 de febrero y en su tumba, sigue la leyenda, Julia plantó un almendro (símbolo de amor y amistad).
La historia de San Valentín hubiera quedado ahí si no fuera porque dos siglos más tarde la Iglesia católica la recuperó. Por aquel entonces era tradición entre los adolescentes practicar una curiosa fiesta pagana derivada de los ritos en honor del dios Lupercus, dios de la fertilidad que se celebraba el día 15 de febrero. Era un sorteo mediante el cual cada chico escogía el nombre de una joven que se convertiría en su compañera de diversión durante un año. La Santa Sede quiso acabar con esta celebración pagana y canonizó a San Valentín como patrón de los enamorados.
El cuerpo de San Valentín se conserva actualmente en la Basílica de su mismo nombre que está situada en la ciudad italiana de Terni. Cada 14 de febrero se celebra en este templo un acto de compromiso por parte de diferentes parejas que quieren unirse en matrimonio al año siguiente.
También se adjudica el origen de la celebración al duque de Orleans, capturado por los ingleses en el año 1415 en la guerra contra Francia. Preso en la Torre de Londres, se dedicó a la poesía con un estilo refinado y purista, que reflejaba la melancolía por su encierro. En una carta a su esposa, firmó como “tu Valentín” y esta “tarjeta”, la más antigua que se conoce, se conserva en el Museo Británico.
Sin embargo, la historia conocida dice que la primera tarjeta con fines comerciales fue creada en 1840, en los Estados Unidos. Años después, la británica Esther Howland dotó al Día de San Valentín de su propio símbolo: una caja de bombones con forma de corazón.
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