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Quien es Dios para ti? Amor y amistad

Posted by admin On junio - 6 - 2009

Comprender quien es Dios es difícil, entenderle lo es mas, y las preguntas que le hacemos sin recibir respuesta lo son también;
en estas preguntas recae el tener fe o no.

Es difícil creer en algo que no se ve, en alguien que cuando lo necesitas no lo oyes.

Es difícil creer que cuando una torre se derrumba no viene el arquitecto a restituirla verdad?

Estas preguntas te las haces y como no recibes las respuestas apartas la palabra Dios de tu vida.

Pues a pesar de estas preguntas sin respuestas yo creo en Dios….. porque aun sin verlo, aun sin oirlo aun en las desgracias se que está dentro de mi donde lo escucho y donde me consuela.

Dios no es un ente que puede tocarse como cualquier otra cosa que al final terminará por morir, Dios para mi es espiritual es superior a todo esto material que nos rodea, queda fuera del círculo de lo material, fuera de rencillas, de odios, de envidias de mentiras, de guerras, de rencor, Dios es pacifista y justo Dios para mi significa eso que el hombre no sabemos encontrar a lo largo de nuestra vida la mayor parte de las veces . Dios para mi es amor.

Quisiera deciros que todos los días le doy las gracias a el y le pido para que esta maravillosa sensación que nace dentro de uno mismo , las gracias se las doy por regalarme la fe y mis peticiones son para que mis amigos a mi semejante llegue a sentir lo mismo que muchos sentimos con el, paz amor y felicidad.

respuesta 1 :
es muy difícil y a la vez muy fácil de explicar. Para unos es una cosa , para otros otra muy diferente.

Para mi Dios, es el despertarme cada día con sensación de tranquilidad y protección, de tener siempre una mano donde cogerme, de tener la suerte de tener fe en muchas cosas que preocupan al mundo, de aceptar lo que no puedo cambiar.

Claro que me hago preguntas y muchas, y se que no tengo visión sobrenatural, para entender muchas otras, pero doy gracias cada día, por que se de primera mano que la fe mueve montañas.

Las personas estamos apegadas a este mundo, y cuando viene algo que no nos gusta decimos que, como Dios permite estas cosas, miseria, enfermedades, corrupción y muertes, pero no nos damos cuenta que la mayoría, somos nosotros mismos quien nos las buscamos.

respuesta 2:

¿Cómo puedo responder a tu pregunta?.

Te contaré  que hace años, me presenté al cura de mi parroquia diciéndole que queria dar catequesis, y él me respondió: ¿Y porqué quieres hacerlo.

Le dije:..Por que he encontrado un gran tesoro que  dentro de mis problemas y limitaciones, me da  paz y felicidad. y deseo que otras personas si está en mi mano, puedan tenerlo.

Está escondido en el corazón de todos los hombres, solo se necesita descubrirlo.

Animate y deja tu respuesta……

(649)

Expresemos ese amor en pequeños gestos diarios, sin esperar ocasiones especiales. Todos los días son días del amor y la amistad. Hagámonos de amigos. «Domestiquemos» y dejémonos «domesticar» por aquellos seres especiales con los que sintamos afinidad. No tengamos miedo al Amor. Una amistad puede llegar a alcanzar esa elevada forma de amor de la que habló Gandhi. Una pequeña llama puede alumbrar en medio de las tinieblas. Tal vez el odio, la soledad, la incomprensión y la violencia cedan ante el poder del infinito Amor de Dios manifestado en nosotros. Saquemos tiempo para Amar.

«Los hombres ya no tienen tiempo para conocer nada;
compran las cosas ya he hechas a los comerciantes;
pero como no existe ningún comerciante de amigos,
los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo,
¡domestícame!» – El Principito, Antonie de Saint-Exupery

Uno de los principales problemas que aquejan a la humanidad es la soledad, no la soledad física, pues nos hayamos rodeados de gente, sino la soledad existencial. No hay peor soledad que la soledad entre la gente. Nuestras vidas agitadas se han convertido en rutina, a costa de hacer siempre las mismas cosas y luchar contra el tiempo. Nos levantamos sin haber dormido lo suficiente, para emprender la carrera loca de repartir niños a las escuelas, a veces sin desayunar, para luego de unas horas de congestión de tráfico llegar en el último minuto a nuestro trabajo. Allí también nos enfrascamos en nuestras tareas sin dedicar ni una sonrisa al que nos pasa por el lado y en medio de nuestra ofuscación, sin querer, herimos. Regresamos al hogar al final del día, después de unas cuantas paradas para buscar la ropa que algún día dejamos en la lavandería y que ya habíamos olvidado, comprar comida en el supermercado y recoger los niños, para entonces ayudarles a hacer las tareas, cocinar y hacer mil trabajos más. No tenemos tiempo para nada.

Como si eso fuera poco, nos arropa un consumismo rampante que nos hace creer que todo lo que anuncian en la tele y la radio es indispensable para vivir y aunque no tengamos con qué, corremos a comprarlo, sobre todo, si está en especial (y aunque no lo esté). Todo se consigue al instante en el escaparate. Si algo no nos gusta o nos cansa, lo desechamos y compramos otra cosa. Todo es desechable, hasta las relaciones humanas. El acelerado ritmo de vida, el consumismo, y otras tendencias crecientes en nuestra sociedad han impactado nuestras vidas. Nos hemos ido materializando, nos hemos ido endureciendo, nos hemos ido quedando solos. Hemos dejado de tener amigos, porque como dijo Saint-Exupery, «no existen comerciantes de amigos» y no tenemos tiempo para hacer amigos/as por nuestra propia cuenta. Alfonso Rey escribió acertadamente:

«… Porque
Amar es dar y sólo con
dolor consigue dar quien
habitualmente vive
esperanzado de recibir.
Amar es servir,
y de lo que el hombre gusta
es de ser servido.
Amar es renunciar,
y el hombre siempre aspira
de inmediato a cosechar.
¿Cómo, entonces no le va
a resultar costoso amar?

Los amigos, como el amor, no se compran. Los amigos se hacen. Para hacer amigos, hay que saber serlo. Para tener amigos, hay que dedicarles tiempo. Toda verdadera amistad comienza con ese proceso de «domesticación» mutua de que habla Saint-Exupery y culmina con esa sublime e intensa intimidad del alma que nos enrriquece y hace ser mejores personas. Para ser amigo/a hay que saber dar y saber recibir. A veces implica el dar sin esperar nada a cambio. Para ser amigo hay que estar dispuesto a dejar de pensar un poco en nosotros mismos para pensar en la otra parte, a morir un poco a nosotros mismos para renacer en la otra orilla. En toda verdadera amistad hay algo de «enamoramiento» en el sentido más puro y excelso de la palabra, enamoramiento, admiración y respeto. Nuestra cultura no tiene un vocablo adecuado para expresar el sentimiento de la verdadera amistad. Decirle «te amo» a un amigo o amiga puede asustar, ya que puede sonar demasiado apasionado (es que nuestra cultura es así, apasionada). «Te quiero mucho» resulta superficial y poco profundo. ¡Tendremos que re-inventar palabras! En ausencia de palabras, demostrémoslo con hechos (aunque a veces es saludable decirlo también).

Ser amigo/a es identificarse con el dolor del otro/a y también con su alegría. Es el compartir los momentos buenos y los no tan buenos. Es el saber escuchar, el poner una mano en el hombro cuando el apoyo y el respaldo hacen falta. Es el extender la mano en la necesidad y el enjugar una lágrima en la angustia. Es el atreverse a abrazar sin miedo, en medio de una sociedad que todo lo ha sexualizado. Es el amar porque sí, porque nos sale de adentro. Es el subir a la montaña y escuchar en medio del silencio el sonido de lejos de una cascada. Es el disfrutar de la misma luna desde parajes distantes y reír juntos, trabajar juntos, superarse juntos (el contibuír a que alguien se hunda no es de amigos, sino de enemigos). Es el estar dispuesto a llorar en el momento de la partida, de ser necesario y atesorar el instante compartido después del tiempo. Para ser amigo/a hay que hacerse vulnerable y eso asusta. Ante un amigo/a, se desnuda el alma. Hay que arriesgarse a ser herido. Hay que estar dispuesto/a a perder para ganar, pero siempre hay ganancia en la amistad, ganancia que no se mide en balanzas de mercado, pero se mide en regocijo del alma y crecimiento espiritual. La amistad es un regalo de Dios.

El sabio rey Salomón dijo en uno de sus proverbios: «En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia» (Proverbios 1″:17). Añadió luego: «El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; y hay amigo más unido que un hermano» (Proverbios 18:18). ¡Cuánta falta nos hace cultivar amigos! Es un bálsamo para el alma cansada, un refrigerio para el alma, un apoyo en la necesidad. El verdadero amigo permanece a nuestro lado cuando todos se han ido, nos acompaña cuando los demás nos abandonan, nos defiende cuando otros nos juzgan, nos aconseja cuando nos desviamos del camino y nos ayuda a ser restaurados.

En días pasados se celebró el Día de la Amistad. Qué bueno sería que todos los días fueran «día de la amistad», día para compartir, día para regalar aunque fuera una flor, una sonrisa, un abrazo a tiempo. Tenemos que hacer altos en el trajín cotidiano para sonreir, para saludar, para abrazar, para Amar con «A» mayúcula, para hacerle sentir a esos amigos especiales que son importantes para nosotros, que nos preocupan, que pueden contar con nosotros.

Mahatma Gandhi dijo: «Si un solo hombre consiguiese vivir alguna vez la más elevada forma de amor, ello bastaría para neutralizar el odio de millones de otros hombres.» Hubo quien lo hizo, Jesús de Nazareth. El más grande gesto de amor lo expresó en la cruz. Fue el mismo Jesús quien dijo a sus discípulos: «Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por los amigos» (Juan 15:12-13). No es un consejo, amar es un mandamiento divino, Amar con «A» mayúscula. Juan, el Apóstolo del amor, escribió en su Primera Epístola 4:7-11: «Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos nosotros amarnos unos a otros.» Si Jesús mismo, el Dios encarnado, nos amó de tal manera y valora de tal forma la amistad, lo menos que podemos hacer nosotros es tratar de imitarle en algo. Amemos a nuestros amigos (aún a nuestros enemigos, como El enseñó también). Repartamos alegría, paz, afecto del bueno. Sembremos semillas de amor. Atrevámonos a Amar. El Apóstol Juan escribió en la misma Epístola: «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor» (1 Juan 4:18).

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