Con la llegada del buen tiempo y tras las lluvias invernales, el campo y los jardines comienzan a cubrirse de un verde intenso y de los colores y aromas de las flores. Es el apogeo de la primavera. No hay mejor momento que éste para disfrutar del esplendor del jardín, después de unos meses de intensos cuidados. Sin embargo, no debemos descuidar algunos trabajos imprescindibles en esta época, como ciertas plantaciones, riego y abonado.
Aunque las tormentas pueden sorprendernos en medio de un buen tiempo generalizado, lo más habitual es que el calor del sol comience a apretar. En el hemisferio norte son cada vez más los minutos de luz que se ganan a la noche, hasta culminar en el solsticio de verano, el 21 de junio. Por eso florecen cada vez más plantas, incluso las caducifolias más tardías. Otras, preplantadas en meses previos, ya se pueden introducir en el parterre sin miedo a las heladas.
Muchos autores que consideran que este mes es un homenaje a los ancianos o protectores del pueblo, ya que deriva de la palabra latina «majorum» (mayores).
Algunos atribuyen su nombre a Maya, diosa de la fecundidad, la esposa de Vulcano y madre de Mercurio.
Otros, en cambio, dicen que a Júpiter Mayus.
Sea el dios tutelar que fuere, Ovidio cita en los Fastos lo siguiente: «Tampoco esta época es propicia para las antorchas nupciales de la viuda o de la doncella. Las que se casen entonces, no durarán mucho tiempo como esposas. Por esto, si los proverbios tienen alguna importancia para ti, la gente dice que no es bueno para las esposas que se casen en mayo».
La creencia en que el mes de mayo trae mala suerte a los nacidos en él y a los que se casan se ha reflejado en el refrán castellano: «Bodas en mayo, malas las llamo».
Tampoco era para tanto, a pesar de que antiguamente se creía que el mes de mayo era un mes peligroso, porque en él las brujas tenían mayores poderes y el mal de ojo era más habitual y potente. Una fama centenaria que ha propiciado que mayo se considere, por lo general, un mes aciago.
En Galicia llamaban amayados a los animales o personas que se mostraban débiles o pusilánimes, porque era creencia popular que el mes de mayo «se les había metido en el cuerpo». Para evitar esto, colocaban un ramo de retama en la puerta de la casa o de la cuadra.
Contrariamente, la palabra «desmayo» no tiene ninguna relación con el mes de mayo, sino que procede del latín «exmagare», derivada del germánico «magan» (tener fuerzas, poder), y que en España empezó a utilizarse a partir del siglo XIII.
En lo tocante a las supersticiones, se creía que el que se lavaba la cara con el rocío recogido el primero de mayo estaría hermoso/a todo el año; se consideraba que este rocío era un gran cosmético y conservaba el rostro libre de arrugas, erupciones, manchas y cualquier otra señal de envejecimiento. Se utilizaba igualmente para curar el dolor de espalda, restregándose en un campo húmedo de rocío durante alguno de los días del mes de mayo, preferentemente si había luna llena.
La Costumbre de los Mayos:
En muchos pueblos de España, con la llegada de este mes se inicia una «explosión festiva» concatenándose fiesta tras fiesta que ya no terminará hasta finales de septiembre. Se concentran en este mes un buen número de tradiciones, algunas de ellas de origen antiquísimo, que se conservan con mayor o menor fuerza.,
Pero en mayo están los mayos. En muchos lugares de Europa se sigue representando este ritual que hunde sus raíces en la neblina del tiempo, transmitido de generación en generación. Los orígenes de estas manifestaciones vegetales en torno al mayo son muy anteriores al cristianismo. Por de pronto, estamos ante una palabra polisémica, con distintos significados. Designa a la enramada que los mozos ponen en la ventana de las mozas, a la música y la letra que cantan a sus novias y designa a la propia fiesta.
Mayo da nombre a los árboles que se suelen plantar en la plaza principal de los pueblos, siempre los más altos, rectos y fuertes; a las canciones que se dedican al mes; a la naturaleza; a la Virgen María; a la Cruz o a las mozas. Y mayo da nombre a los -monumentos vegetales-, tradicionalmente cónicos o en forma de cruz, que se siguen haciendo en cada barrio y aldea.
Resumiendo, hay tres posibles manifestaciones de los mayos, tal como nos lo recuerda Alonso Ponga:
– Representación del mayo y del espíritu de la vegetación en una persona disfrazada. Consiste en que un joven de la localidad se disfraza de Mayo, cubriéndose todo él de ramaje, y va de casa en casa por el pueblo pidiendo un donativo para una merienda.
– Representación de los Mayos por medio de muñecos rellenos de paja. Al final de las fiestas el muñeco solía ser quemado en una hoguera.
– Representación por medio del típico «Árbol de Mayo».
Acerca de la etimología hay distintas versiones, como no podía ser menos. Los autores clásicos apuntan sus tiros a la diosa Maya, la madre de Mercurio y el insigne Sebastián de Covarrubias, en el Tesoro de la Lengua Española (siglo XIII), nos espeta esta definición: «Diósele este nombre por haberse dedicado a los Mayores del pueblo».
Covarrubias define también el mayo como «un árbol o palo alto que suelen poner los mozos y zagales en las aldeas, la noche del primer día del mes…» A su vez, el Diccionario de Autoridades dice que mayo «se llama también el árbol alto adornado de cintas, frutas y otras cosas que se pone en un lugar público de alguna ciudad o villa, a donde en todo el mes concurren los mozos y mozas a holgarse y divertirse con bailes y otros festejos».
La significación y el origen de estos árboles está, según el antropólogo James George Frazer, autor de «La Rama Dorada» (1.915), en los antiguos cultos dendrolátricos y en los primitivos ritos de fecundidad. La gente creía que aquéllos eran morada de espíritus. Con la llegada de la primavera iban al bosque y cortaban una rama o un árbol completo, luego lo llevaban al poblado, en la confianza de que con la casa viniese su morador a habitar entre ellos, consiguiendo así su protección.
Por otra parte, muchos de estos ritos están relacionados con la agricultura, con la fecundidad de la tierra y, por extensión, con la fertilidad de las mujeres otorgada por los espíritus benefactores de los árboles. Nuestros antepasados creían que si no se realizaban estos ritos mágicos, la vegetación no se rejuvenecería.
Los mayos (representados en forma de árbol o por medio de muñecos) son quemados luego en una gran hoguera y las cenizas resultantes se esparcen al viento fertilizando así la Tierra.
Son muchos pueblos de España donde aún pervive esta tradición con sus ligeras variantes. Por citar tal vez los más representativos, señalar la fiesta de La Pinochada en Vinuesa (Soria) en el mes de agosto y la Fiesta de la Carretá en Cogollos de Guadix (Granada) en pleno invierno.
El Árbol de Mayo:
Hay fechas clave para colocar el Árbol de Mayo en el centro de la plaza del pueblo o a la puerta de la iglesia: el 1º de mayo, la Noche de San Juan o el día del Corpus.
Aconsejamos acudir a alguna fiesta popular de nuestro país donde el protagonista es el árbol u otro elemento vegetal. Normalmente conmemoran alguna antiquísima tradición que se hunde en la noche de los tiempos. El día 3 de mayo, en Laza (Orense), se corta un pino, «el árbol de mayo», y se «secuestra» a una moza. Al final todos participan en una procesión en la que se representa el auto sacramental del «Sacrificio de Isaac».
Una supervivencia de estas ancestrales costumbres se encuentra en las cucañas de nuestras ferias, árbol o palo al que hay que subir, tras dificultosa escalada no exenta de riesgos (se unta previamente de sebo), para apoderarse de sus regalos (dulces, jamones, dinero, huevos, etc.).
En definitiva, este árbol de mayo no es más que el símbolo del Árbol Cósmico, eje del mundo (el axis mundi) que comunicaba el plano superior con el inferior y gracias al cual se puede llegar a la comunión divina. Pero, claro, de este simbolismo más bien oculto pocos eran y son conscientes.
Hemos dicho que el último día de las Floralias era el 3 de mayo, una fecha emblemática que la Iglesia sustituyó por la Cruz de Mayo. Esta costumbre está aún viva en algunos lugares de Andalucía, donde en todos los patios se planta la llamada Cruz de Mayo en torno a la cual se recibe cada día a los amigos y conocidos, entonando algunas sevillanas, comiendo un poco de pescaíto frito o bebiendo unos aromáticos finos.
Esa misma tentativa de cristianizar las fiestas, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, en honor de la naturaleza en flor -sobre las que reinaba la esposa de mayo- fue la que provocó que en la Edad Media se asociara el mes de mayo al mes de la Virgen, el mes de María, la Gran Madre cristiana, la «flor de las flores».
Días de Desplazamiento:
Numerosas tradiciones anglosajonas aseguran que ciertos momentos del día, del mes o del año son importantes para que se produzcan contactos con los habitantes del País Borroso (también llamado el País de las Hadas o el de la Gente Menuda), momentos propicios en los que se abren las «puertas» entre los dos mundos: el humano y el sobrenatural.
Algunas de estas fechas claves son el 1º de mayo, la noche de San Juan o el Día de todos los Santos. Por poner un ejemplo, en las leyendas gaélicas que hacen referencia a los Tylwith-Teg -el Pueblo Rubio- se dice de ellos que viven en medio de un lago cuya morada se abre una sola vez al año, exclusivamente en la mañana del primero de mayo.
Incidiendo en esta fecha mágica, algunas tradiciones aseguran que las hadas tienen dos días al año en los cuales se mudan de lugar. El 1 de mayo y el 1 de noviembre son -Días de Desplazamiento-. Es curioso que estas dos fechas coincidan con dos festividades señaladas de los celtas: Beltaine (1 de mayo), de la que ya hemos hablado y Samain (1 de noviembre), que representaba el principio de su año nuevo y la festividad más importante, donde las muchachas que se habían convertido en cisnes recuperaban su figura humana y podían unirse a sus enamorados.
Según la tradición irlandesa, la Gente Menuda utiliza estos dos días especiales para irse de su hábitat boscoso a otro. Las hadas y los elfos viven seis meses en un bosque y luego se desplazan a otro lugar, situado a veces en el extremo opuesto del mundo.
El reverendo Robert Kirk, autor de «La comunidad Secreta», comenta por su parte que estos traslados se producen al comienzo de cada uno de los trimestres del año. Serían, por lo tanto, cuatro migraciones masivas al cabo del año.
Sus camaleónicos cuerpos se mueven por el aire, como si nadaran en él, aunque a ras del suelo, con todas sus pertenencias y bagajes.
La Fiesta del Trabajo:
Para muchos el 1º de mayo es el «Día del Trabajo». Es fiesta, y les importa muy poco estos aspectos mágicos, culturales o simbólicos que estamos señalando.
Pero no seríamos justos si no hiciéramos mención, aunque sea de pasada, al origen de esta festividad laboral.
Lo cierto es que esta celebración se remonta a una fecha tan temprana como al año 1.889, cuando el movimiento socialista la proclamó en todo el mundo en honor de las víctimas de un comicio sindical en el Haymarket Square, situado en la ciudad de Chicago, el 1º de mayo de 1.886. Mientras los oradores hablaban a la muchedumbre allí congregada, exigiendo la implantación de la jornada de trabajo de ocho horas, estalló una bomba entre la policía. Fue el principio de choques y tumultos que concluirían trágicamente.
Al final de esa jornada se contabilizaron diez muertos entre trabajadores y fuerzas del orden. Curiosamente, en Estados Unidos no se celebra el 1.° de mayo, sino el primer lunes de septiembre.
También la Iglesia quiso poner su granito de arena, y consagró esta fiesta al primer santo «trabajador», que no es otro que San José Artesano u Obrero.
El Rocío: La Blanca Paloma
En la actualidad, esta fiesta no tiene parangón y constituye por sí misma una de las manifestaciones religiosas más populares y espontáneas alrededor de la Virgen, que convoca cada año a más de medio millón de personas (entre romeros y curiosos).
Uno de sus momentos cumbres y apoteósicos se produce en la madrugada del lunes, cuando los campesinos almonteños «roban» la imagen de la Reina de las Marismas del Guadalquivir, en un ritual que para muchos investigadores tiene un claro sentido de subversión del orden establecido.
Es el pueblo, el que por unos breves momentos tiene en su poder la imagen sagrada, la dadora de virtudes y milagros, a la Reina, a la Madre de Dios…
Los buscadores de misterios saben que el santuario no está ubicado en un lugar cualquiera. Estas manifestaciones a una representante de la Virgen Madre arrancan desde mucho antes de que un supuesto cazador encontrara la imagen. El Coto de Doñana (una de las reservas naturales más importantes del mundo) y el santuario de El Rocío se incluyen en el área de la legendaria civilización tartésica y sus cultos correspondían a diosas de la fertilidad o diosas-madres como Astarté-Tanit.
La ermita antigua era musulmana, y desde la época de Alfonso X el Sabio (siglo XIII) se ubicó definitivamente a la Virgen en este lugar.
Para los amantes de las matemáticas y las «casualidades» diremos que la distancia entre El Rocío y otro de los enclaves mágicos más emblemáticos de España, cual es El Escorial, es la misma que entre El Escorial a Santiago de Compostela.
Corpus Christi:
Cuatro días después de la solemnidad de la Santísima Trinidad (que se celebra el domingo después de Pentecostés), se festeja el Corpus Domini que se formó en el siglo XII por la exigencia de consagrar una fiesta especial a la Sagrada Eucaristía.
Es una de las fiestas más importantes del calendario cristiano, en la que se conmemora el Cuerpo de Cristo, dicho de otro modo, la última cena de Jesús con los Apóstoles cuando convierte el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre.
Tras hacerlo y dárselo a sus dicípulos es cuando pronuncia tan famosa frase: «Haced esto en memoria mía». Los teólogos y exégetas entendieron que había dos poderosas razones para hacerlo. En aquel tiempo la antigua misa «in Coena Domini» del jueves Santo había perdido en parte su identidad, incluyendo también la consagración de los santos óleos. La segunda razón era porque los fieles, ocupados en meditar la Pasión del Salvador, habían dejado un poco de lado el día de la institución del sacramento.
Es una fiesta potenciada por la Contrarreforma como un modo explícito de contraatacar y combatir los efectos de la Reforma protestante promovida por Lutero (y sus supuestas herejías), que dudaban y hasta negaban el milagro de la Eucaristía.
La fiesta tenía una función apologética para reafirmar el significado ortodoxo de la transubstanciación contra los «errores» heréticos de Berengario de Tours (siglo XI), influyendo en muchos fieles.
En la transubstanciación se produce la conversión total de una sustancia en otra. Se usa especialmente hablando de la eucaristía, donde la transformación del pan en carne y del vino en sangre es un problema teológico que no tenían demasiado claro los teólogos y empieza a preocupar sobremanera durante los siglos XII y XIII.
Precisamente el dogma de la transubstanciación se definió en el año 1.205, una época en que estaba en boga el ciclo del Grial y las novelas sobre la Tabla Redonda, en la que se consolidan las prácticas de dovoción a la Virgen María, heredera de las antiguas creencias en la Madre Universal.
Zoología Mística:
La festividad del Corpus es una de las más solemnes, como recoge el dicho popular: «Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol, jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión». Considerado como día no laborable hasta hace unos pocos lustros, pueblos y ciudades españolas celebraban el Corpus con procesiones donde la religiosidad se mezclaba con el protocolo civil, y un cierto grado de folclore.
En este mismo sentido hay que mencionar la presencia de diversos animales, como un águila, dragón, buey, león, etc., que en diversos lugares de la geografía peninsular permiten hablar de una cierta zoología mística. Símbolos de diferentes virtudes que recogen los antiguos bestiarios, recuerdos quizá de los antiguos entremeses que se representaban para honrar dicha festividad, en los que el carácter didáctico fue degenerando en favor de lo lúdico.
El Corpus Christi es proclive a las manifestaciones teatrales muy al gusto del Al llegar el cristianismo al mundo mediterráneo, las festividades «no cristianas» de primavera, fueron poco a poco asimiladas a las fiestas religiosas del Corpus, de tal manera que en España y el resto de Europa, en la época medieval y posterior, solían aparecer con frecuencia pantomimas de dragones en las procesiones del Corpus, de las cuales quedan ya muy pocos vestigios en las fiestas actuales, pues, de manera inexplicable, fueron desapareciendo paulatinamente: en Francia a raíz de la Revolución Francesa de 1.789, y en España por una Real Cédula del Rey Carlos III.
En otras ocasiones, el dragón del Corpus aparece totalmente desligado de su primitivo carácter ritual, eminentemente de lucha y otras veces agrícola, reduciéndose a una mera presentación lúdica, como ocurre con el dragón del Corpus de Granada o el del Sevilla. La de Toledo llevaba encima una figura femenina conocida popularmente por Ana Bolena. La de Cádiz en el siglo XVIII era un Serpentón, el Corpus de Segovia, por su parte, andaba acompañado de varias tarasquillas y poco a poco se han dejado de representar estas y otras más: la de Palma de Mallorca, Astorga, Tudela, Valencia, Lisboa, Coimbra, y alguna, como la de León, han desaparecido hace apenas medio siglo.
En otras localidades, las fiestas han caído en desuso hace ya bastante tiempo y sólo ha quedado una pequeña tradición de lo que fueron, como ocurre con el caso de la Sierpe de Sonsoles (en Ávila), el dragón de Tudela (en Navarra), el dragón de o el dragón del Patriarca (en Valencia).
Dentro de la ingente «fauna de las tinieblas», el dragón ocupa un lugar privilegiado, que para eso tiene fama de asustar a pueblos enteros echando fuego por su boca y de comerse a una doncella cruda como tributo para apaciguar su permanente cabreo.
Del dragón se han escrito auténticos mamotretos para explicar su agresivo comportamiento. En definitiva, pero lo que a nosotros nos interesa, es la enésima variante de las fuerzas oscuras de la naturaleza que amenaza al mundo o a un poblado con destruirlo completamente hasta que aparece un ser de luz (un héroe) o (posteriormente un santo) que elimina el peligro matándolo o desterrándolo.
El mito del dragón engullidor (cuya parodia aparece en tantas fiestas) es casi seguro que tiene reminiscencias de viejos rituales de iniciación, en el sentido de unirse simbólicamente a la divinidad o al animal totémico de la tribu, participando así de su fuerza y poder. Por esta razón, aquellos que iban a realizar los ritos de «paso», debían ser previamente consumidos o engullidos por esta representación totémica.
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