«Ave, Estrella de la mañana,
Jazmín de la noche,
Luna de oro de mi Cielo,
MAdre santa de Jesús.
Espera en tí el navegante,
Te sueña el que sufre y muere,
¡Ilumina, Estrella santa y pía,
a quien te ama, oh MAría…!»
El milagro de la rosa
Hay una historia en Málaga
que se cuenta de boca en boca,
de un bandido arrepentido
y el milagro de una rosa.
Un amor tenía el bandido
en el barrio del Perchel,
y a escondida entre la sombra
cada noche viene a ver.
Cuentan que una noche huyendo
de la justicia, para no ser visto,
entró en una pequeña ermita,
y ante la divina imagen
de la Virgen Dolorosa,
ayuda pidió el bandido
con voz ronca y temerosa.
¡Oh Dolorosa de Amor!
¡Protégeme Madre mía!
La Justicia me persigue,
está en peligro mi vida.
Calma tu angustia, hijo mío,
y seca tu amargo llanto,
que yo te daré mi amparo
cubriéndote con mi manto.
Y sobre el divino pecho
de la Virgen Dolorosa,
con un puñal que llevaba
le prendió una blanca rosa.
Mas aquella blanca rosa,
sin que se lo explique nadie,
por un milagro divino
se volvió roja de sangre.
Viendo el divino prodigio
el bandido cae postrado
y perdón pide llorando
por su vida de pecados.
¡Ay Virgen de la Amargura,
perdóname Madre mía!
que quiero salvar mi alma
y a ti te ofrezco mi vida.
Y la hermosa Dolorosa
mira al hombre arrepentido,
y Ella, que es Madre de Amor,
lo acoge como a su hijo
y le habla con Amor.
Si de verdad te arrepientes
de la vida que has llevado,
por Jesucristo, mi Hijo,
yo limpiaré tus pecados.
Si es historia, o es leyenda,
así va, de boca en boca,
de un bandido arrepentido
y el milagro de una rosa.
Antonio Chacón Méndez
Dejame LLamarte Madre
Y vio Dios que era hermosa la ternura
y Madre la llamó desde el principio
con un sabor a miel en cada letra.
Tan perfecta nació que, enamorado,
Dios mismo se reserva la primera
y le regala al hombre su hermosura.
¿Dónde queda la luz, dónde la nieve?
Al contemplarte se levanta en vuelo
mi peso de tristeza y recupero
la intimidad de niño transparente
con tu candor de besos y caricias.
Déjame que te llame siempre Madre.
Dame otra vez tu mano y tu sonrisa
y vamos por la vida caminando.
P. Miguel Combarros Miguélez
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