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Que decir Sobre el amor y la amistad

Posted by admin On abril - 27 - 2009

 El amor no puede ser confundido con el deseo, con la sed de posesión, con el apego personal. En su expresión más pura es la búsqueda de la unión con el Creador. Por ello quien no está abierto al amor en su esencia y en su verdad no puede unirse al Ser Absoluto.

 El amor es aquella fuerza divina que intenta conducir cada cosa hacia la perfección de su ser específico. El amor despliega una acción evolutiva y edificadora en el cosmos. Es la fuerza que orienta las cosas hacia su arquetipo que se halla en el Creador.

El amor en sí mismo es el bien supremo más allá de lo cual no hay nada de mayor bondad.

ORIGEN DEL AMOR Metafísicamente el Amor es una manifestación de la bienaventuranza en la cual el universo se funda y a partir de la cual ha sido creado. Tal es la perspectiva de la Metafísica de la Evolución Espiritual cuyo máxima expresión universal es, a nuestro juicio, el pensamiento de Sri Aurobindo. Dicha bienaventuranza es el aspecto último del espíritu. Recordemos que éste tiene dos aspectos más que son: la eternidad y la conciencia. En sentido estricto la conciencia es la creadora del universo. Ahora bien, el amor aparece aquí como la fuerza salvadora de este universo.

Dar y recibir placer dependen de la entrega emocional y física de ambos.
La pareja debe compartir la responsabilidad de que sus contactos sexuales sean tan gratificantes como sea posible. Ambos pueden brindarse sensaciones de placer y excitación en un ambiente de comodidad, atención y afecto que les faciliten el orgasmo a los dos. Compartir pone en juego la comunicación y la confianza; confianza en que cada uno comunicará, verbal o no verbalmente, lo que siente y lo que le gustaría. Y la confianza permite que los dos se sientan libres para concentrarse realmente en el propio placer.

El amor en sí mismo es el bien supremo más allá de lo cual no hay nada de mayor bondad.

El amor en sí mismo es el bien supremo más allá de lo cual no hay nada de mayor bondad.

El amor es energía inmortal e indestructible ya que su característica principal radica en regenerar, por está razón siempre tiene la última palabra frente al desamor o la traición. El amor nos permite percibir el aroma de lo invisible, nos muestra la función de la vida, pule nuestros sentidos para deleitarnos con sus acciones, repara lo agrietado, florece lo devastado, es música celestial que hace bailar con ritmo unísono al universo, suma, renueva, es líquido nutritivo del que continuamente estamos sedientos, está inmerso en el viento y genera oportunidades. Es insistente y sin lugar a dudas encuentra los medios propicios para hacerse presente, agasajar, reconfortar, curar, procrear y materializarse. El amor nos hace vivir en sincronía con Dios, nos conecta con su fuerza de forma tangible. Es lo que hace posible la vida y la oportunidad de descubrirla.

El amor es aquello que hace posible las metamorfosis, nos obsequia los elementos oportunos para extender las alas, trascender y volar con entera libertad hacia la verdad. El amor es ese brillo resplandeciente que proviene del alma y se refleja en la mirada acusando lo prodigioso de la vida, es todo acto de perdón, comprensión, conmoción, es lo que hace posible lo quimérico. El amor es un sentimiento fácil de reconocer: es benévolo, acoge el alma y cuida del otro. Es la fuerza última que nos une por encima del rencor, el desazón, el temor o cualquier acto de alevosía. Sus raíces emanan del rincón supremo en donde se gesta la energía del universo.

La fuerza del amor es tan intensa que repara todo tipo de heridas, es una pócima renovadora, magia real para curar el dolor y lo más increíble es que nacimos con ella. Somos seres sanadores de los desgarramientos más profundos. Todo consiste en elegir el amor y permitirle que se extienda en nuestro interior.

Los seres humanos somos seres luminosos, poderosos, co-creadores de la vida misma, nacemos dotados de amor. El mal es una elección, no una característica que poseamos por naturaleza, se construye con cada decisión incorrecta que tomamos, cuando nos traicionamos optando por el desamor. No es el odio lo que mata al amor sino el miedo. La traición, el egoísmo y el narcisismo constituyen la fórmula perfecta para construir hombres temerosos de sí mismos, carentes de dar o recibir amor, desconectados de su interior; convirtiéndose así en seres realmente pobres y débiles por elección. Son estos seres los que comenten las injusticias más despreciables, inhumanas y aberrantes. Detrás de cada asesino, abusador, o cualquier líder de la injusticia se encuentran seres escasos de amor, su esencia más profunda está dañada y enferma por todas las veces que han traicionado su capacidad amorosa. Son seres impotentes que no pueden expandirse en el amor por eso destrozan a su paso todo lo amoroso y realmente valioso en la vida. Sus acciones están respaldadas por la envidia proveniente de los huecos insaciables que se alojan en el alma cuando se traiciona el espíritu.

La fuerza del amor es tan intensa que repara todo tipo de heridas

La fuerza del amor es tan intensa que repara todo tipo de heridas

El amor es una cualidad que se nos da junto con la vida, nacemos con ella, somos seres amorosos por naturaleza, por tanto es natural que nuestra necesidad primordial sea amar y ser amados. Los seres humanos, los animales y cualquier ser vivo se entristece, devasta y deprime cuando vive el desamor o en desamor. Todo esto explica que la vida en esas circunstancias parezca carente de significado, y de pronto su sentido último se paralice.

Son tiempos cruciales por que nos toca decidir entre vivir en la evasión y la felicidad artificial que produce el materialismo o vivir en amor: un estado invariable, productivo, verdadero e inmortal. En ningún momento quiero decir que lo material no sea necesario o bello, por el contrario cualquier creación humana es hermosa e imprescindible. Hay una gran diferencia entre crear y poseer desde y para la vida; y utilizar nuestros recursos, conocimientos y oportunidades egoísta e inconscientemente sin importar las consecuencias o sin contemplar el dolor para sobrevivir mediocre y “cómodamente“ nuestra estadía sobre la tierra.

No se trata de juzgar sino de recuestionarnos y afinar nuestra intuición para retomar el camino hacia el interior, hacia el encuentro con nuestro espíritu y nuestra enorme capacidad amorosa que está en espera de ser desplegada.

Es cuestión de encontrar el equilibrio, no de caer en fanatismos o extremos. La vida es una oportunidad para hacernos conscientes de nuestra existencia, de nuestro potencial y trascender desde nuestra virtud más sabia y poderosa: el amor

El amor es potencia integradora, generadora, sanadora, es un estado auténtico que surge de la conciencia. A medida que vamos ampliando nuestro conocimiento sobre la vida, el amor cobra mayor fuerza en nuestro interior enraizando con hondura sus conductos más delicados y vehementes. Al tener el interior invadido de amor la vida adquiere su sentido último y esto germina el exterior sin detenerse a pedir permiso, ya que amar es el profundo impulso vital de todo ser vivo por conectarse ecuánimemente con el centro de la existencia y establecer vínculos genuinos con los otros.

El amor es una postura inclusora conectada al corazón del universo. Al amar nos preñamos de vigor. Este estado nos empapa de intuición, nos sumerge en expresión haciéndonos valorar cualquier forma de vida en el cosmos. El amor es una fuerza opulenta que otorga libertad, sabiduría, nos sensibiliza y seduce para que entreguemos sin reparos o juicios lo más hermoso de nuestra esencia en el transcurso del camino. Paralelamente nos acompaña en las etapas dolorosas brindándonos la oportunidad de transitar el sufrimiento amorosa y dignamente, para hacernos llegar a los lugares más potentes de nuestro interior, tocar nuestros inmensos recursos y descubrir que su fuerza es medicina regeneradora. Nunca estamos solos, el amor nos escolta todo el tiempo, vive con nosotros; aún en los momentos de desesperanza y sinsabor cuando olvidamos nuestra capacidad curativa y amorosa, el amor encuentra los conductos necesarios para abrazarnos. Depende de nosotros aceptar sus obsequios (las llamadas “casualidades“ que más bien son una guía para encontrar nuestra misión). El amor no se cansa de permanecer a nuestro lado. Por el contrario su labor esencial es mostrarnos el camino adecuado incrementando nuestra conciencia.

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METAFÍSICA DE LA AMISTAD Y EL AMOR

Posted by admin On febrero - 14 - 2009

A nuestro juicio, el Amor es una fuerza trascendente que existe por sí mismo y que en su movimiento evolutivo se derrama sobre todas las cosas, las engloba para unirlas, abrazarlas y ayudarlas, por tanto, a ser lo que son tras las apariencias. Tal es el Amor cósmico divino, el cual cuando se fija en un ser determinado se convierte en el Amor divino individual. Y esta última sabiduría del Amor nos enseña que cuanto más se dé uno mismo, más crecerá en la capacidad de recibir la energía trascendente del amor. Porque la entrega absoluta de sí, sin pedir ni acaparar, es el sólo secreto de toda realización en el.

Amor.ORIGEN DEL AMOR.

Metafísicamente el Amor es una manifestación de la bienaventuranza en la cual el universo se funda y a partir de la cual ha sido creado. Tal es la perspectiva de la Metafísica de la Evolución Espiritual cuyo máxima expresión universal es , a nuestro juicio, el pensamiento de Sri Aurobindo. Dicha bienaventuranza es el aspecto último del espíritu. Recordemos que éste tiene dos aspectos más que son: la eternidad y la conciencia. En sentido estricto la conciencia es la creadora del universo. Ahora bien, el amor aparece aquí como la fuerza salvadora de este universo.

El amor es una fuerza que el autor del universo hizo descender hasta la realidad material inerte y oscura con el fin de que los habitantes de nuestro mundo retornasen a Él. El descenso del amor a las tinieblas provocó que los oídos sellados se abriesen a un despertar que tenía el signo del verdadero gozo, pues el amor es deleite. Y con este despertar al amor, en el mundo ingresó la posibilidad de volver a la realidad divina. Dicho mundo antes de este despertar no era más que materia muerta, la cual a partir del advenimiento del amor despertó a la vida. Y es desde entonces que el mundo ha ido hacia la fuente divina del amor, sin embargo, ha seguido caminos errados, transitando derroteros equivocados o quiméricos. Porque la mayor parte ha buscado el amor careciendo de un concepto claro de lo que éste es, confundiéndolo con multitud de fuerzas muy lejanas al verdadero amor.

Todo ser humano ha buscado este principio de unidad , porque el espíritu humano ha estado siempre reclamando por la realización y el éxtasis que sólo el poder del amor otorga. Pero la mayor parte ha fracasado en alcanzarlo. Sin embargo, cuando un mundo ha llegado a tornarse consciente , abierto al amor real, divino, el Creador mismo ha respondido derramando sin límites su amor sobre ese mundo. Así, el círculo del movimiento completo se cierra, dos extremos se encuentran en un éxtasis cabal y permamente.

Al comienzo de la creación, el poder del amor estaba constituido por dos movimientos, dos polos complementarios del impulso hacia la unión. Por una parte, estaba el poder de atracción supremo y, por otra, la necesidad irresistible de una entrega absoluta de sí. Ningún movimiento, excepto el del amor, podía cubrir el abismo que se abrió cuando en el ser individual la conciencia se separó de su punto de procedencia originario y se tornó inconciencia.

El amor descendió sobre la sombra y la inconciencia, dispersándose, diluyéndose en el seno de la noche insondable ; y entonces comenzó el despertar y el ascenso de la conciencia, la formación de la materia y la evolución cósmica.

El amor tiene múltiples formas de manifestación. De hecho sus expresiones son infinitas. Quienes han desarrollado su conciencia lo suficiente pueden percibirlo incluso en la tierra y en la piedras. Más fácil aún es sentirlo en las plantas y animales. En el hombre se descubre en múltiples modos que van configurando su destino luminoso. El amor es el más tangible signo de la Gracia del Absoluto por la tierra y cada ser refleja su pujanza, según su capacidad y receptividad espirituales.

El amor es el ímpetu que está presente, aunque al principio de la evolución de un modo oscurecido y debilitado, en todos los movimientos de la naturaleza física y vital, como aquello que empuja hacia la agrupación, hacia la unión. Y dicho ímpetu se traduce en el ámbito de los árboles y las plantas como la necesidad de procurarse más luz, más aire en orden a crecer. En los animales, está presente detrás del hambre, de la sed, de la necesidad de apropiación, de la procreación; y en las especies superiores en el esfuerzo abnegado de la hembra por la sobrevivencia de sus descendientes. El amor está asociado en todos los movimientos perfectivos del cosmos material sin identificarse con éste.

En el hombre, cuya significación esencial es el advenimiento del principio mental en la evolución, el amor alcanza una manifestación consciente y voluntaria. En este punto de la evolución es cuando aparece en forma diáfana en las obras de la naturaleza, una voluntad de recrear, por etapas y gradaciones, la unidad primordial, por medio de agrupaciones cada vez más numerosas y complejas. Así, la naturaleza, usando la fuerza del amor para acercar a los seres humanos rompe el egoísmo personal para cambiarlo en un egoísmo dual y con la venida de los hijos configura esa unidad más rica que es la familia. Con el transcurrir del tiempo se van formando agrupaciones más complejas aún: clanes, tribus e incluso naciones. Pero esto no concluye aquí, pues esta labor de agrupación se va efectuando en los diferentes puntos del mundo, concretándose en las diversas razas y ,ulteriormente, en la fusión de éstas entre sí.

El amor se expresa en el hombre medio como un deseo de entregarse a los demás y recibir a los demás en armonioso intercambio. Su esencia en el nivel evolutivo de lo humano consiste en una acción recíproca en la que la dicha de dar se iguala con la dicha de recibir.

Más allá de lo anterior, el amor es en su esencia una de las mayores fuerzas del universo. Una fuerza que existe por sí misma, independiendentemente de los objetos a través de los cuales se manifiesta. Dicha fuerza se expresa en todos los sitios en los que encuentra una clara posibilidad de recepción, en todos los lugares en donde encuentra una apertura hacia su movimiento.

Lo que habitualmente comprendemos como ‘nuestro amor’, considerando que es algo personal o individual no es más que la aptitud para recibir y manifestar esta fuerza universal y consciente. Pues el amor es una fuerza-consciente que lúcidamente busca su manifestación y su realización en el mundo a través de quienes escoge como sus instrumentos. Y éstos no son otros que quienes son capaces de una respuesta. En ellos el amor intenta realizar su propósito eterno.

Puesto que el amor es universal quienes creen tener una experiencia propia, personal del amor verdadero se equivocan, pues su vivencia no es más que una ola del infinito océano del amor universal.

El amor es una expresión divina: las deformaciones que vemos de él en el mundo son producto de la inconciencia de sus instrumentos.

El amor no puede ser confundido con el deseo, con la sed de posesión, con el apego personal. En su expresión más pura es la búsqueda de la unión con el Creador. Por ello quien no está abierto al amor en su esencia y en su verdad no puede unirse al Ser Absoluto.

El amor es aquella fuerza divina que intenta conducir cada cosa hacia la perfección de su ser específico. El amor despliega una acción evolutiva y edificadora en el cosmos. Es la fuerza que orienta las cosas hacia su arquetipo que se halla en el Creador.

El amor en sí mismo es el bien supremo más allá de lo cual no hay nada de mayor bondad.

ESENCIA DEL AMOR

El amor no es mera unión vital, simpatía, filantropía, cariño o afecto, aunque pueda tener alguna relación con éstos. El amor es en esencia una unión con el amado despojada de toda sombra de egocentrismo. Pues sólo superando el ego podemos ingresar al ámbito del amor. Esto significa contemplar lo amado como un ser distinto de nosotros, como un ser autónomo y diferente. La experiencia del amor es la de la fusión de un yo y un tú distintos. El amor es la fuerza orientadora que conduce al otro al cumplimiento de su vocación.

En el ámbito humano el amor se manifiesta como un sentimiento espiritual permanente que unifica a dos almas que son una en esencia, pero dual en la manifestación terrestre actual. El verdadero amor dota a los hombres y a las mujeres de un poder que puede elevarlos hasta las más altas cimas y hacia inimaginables hazañas de sacrificio por el ser amado. Y tales hazañas de sacrificio no son producto de una compulsión, sino un gozoso acto de ofrenda. Y sin este fuego del sacrificio ningún amor humano puede alcanzar su verdadera pureza original. Porque el amor no es un mero intercambio de emociones y sentimientos, sino una ofrenda absoluta de lo que somos o de lo que podemos ser, es decir, la entrega de todos nuestros actos volitivos, pensamientos, de todos nuestros impulsos y sentimientos.

En el ser humano el amor es un eslabón entre el alma del hombre y el ser absoluto. Recordemos que el alma humana emanó de dicho ser absoluto y ha sido colocada en este mundo terrestre con la definida misión de avanzar en el proceso evolutivo. El amor pleno consiste, pues, en la relación entre el hombre y el ser absoluto y no entre hombre y mujer. El amor entre estos últimos a menudo toma la forma de un mero intercambio que carga con el peso de elementos distorsionantes como celos, posesividad, exigencias vitales y lujuria. En el verdadero amor, en cambio, toda exigencia a lo divino representa una fractura en la espontánea pureza de la relación. El amor es en esencia una consagración total. no un mero intercambio ni menos una transacción.

El amor humano intermedio vive básicamente del cambio y del intercambio. Y esto conduce a las continuas disputas y desarmonías , porque en él rigen las exigencias clamorosas de la posesión y de la satisfacción de los más bajos apetitos y pasiones. Y esto no concluye sino con la frustración. El verdadero amor implica vivir en una estado de autolvido y contento interior. No se identifica con el altruismo común, pues detrás de éste hay el deseo de gloria y fama , un deseo de satisfacer un sentimiento de superioridad. Porque en su origen el altruismo es una mera virtud mental, mientras el verdadero amor es un poder del alma que se expresa a sí mismo en nuestro ser emocional superior que se ha solido, en todos los tiempos, llamar corazón. Éste no es el alma , pero es el centro más cercano a ella. El corazón puede ser un poderoso instrumento de manifestación del alma. Otros centros o bien están demasiado lejos para sentir las olas radiantes del alma o bien no están lo suficientemente refinados para sentir sus vibraciones . Por ejemplo, el cerebro está demasiado preocupado con los movimientos del pensamiento que son demasiado abstractos y fríos para sentir el aliento luminoso y tenue del alma. La vida común del ser humano está centrada en torno al mundo de las informaciones externas y del clamor de las falsas necesidades y poco habituada a escuchar la voz sutil del alma. El dominio de ésta está lejos de los bullicios de los caprichos y tiene el sello de la calma , de la paz, pues siempre está orientada hacia su divino origen. Sólo el centro del corazón ubicado entre las abstraccciones de centro mental y el centro de las pasiones comunes puede albergar el delicado y milagroso poder del alma. Pero no es fácil tomar contacto con el alma, pues el corazón habitualmente está cubierto por múltiples capas de bajas pasiones y de deseos insaciables que se elevan desde el centro vital o bien está oscurecido por las sombras de la inercia y la rutina de los hábitos físicos. Es muy común que nuestras emociones estén mezcladas y no permitan que el alma se convierta en el ser regente de nuestra conciencia.

El verdadero amor por una persona no es el mero movimiento hacia sus cualidades positivas, hacia su bondad, hacia su inteligencia o hacia su belleza. Incluso podríamos admirar a una persona con dichas cualidades pero sin amarla.
En verdad, el amor genuino es algo que no se satisface con las cualidades que la persona amada pueda tener en su presente, sino que es el movimiento que intenta llevar a tal persona hacia sus posibilidades más plenas, más nobles. Ahora bien, el amor no se fija en la viabilidad de tales posibilidades sino que sigue adelante siempre en su labor perfectiva. A la luz del amor, además, todo adquiere una dignidad mayor, todo se transforma en más valioso. En tal sentido, el amor es una perspectiva que muestra lo valioso de las cosas incluso más aparentemente insignificantes, más adversas en nuestra vida.

Para la visión del amor nada es desechable, nada está maldito. Aunque ve los errores como tales, las oscuridades como lo que son, nunca los condena como irremediables. Por ello la visión del amor no puede ser considerada como condescendiente a ultranza.

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