A lo largo de nuestra vida vamos formando numerosas amistades, pero pocas son las que se alargan perpetuamente y que dejan algo bueno. Gracias a estas amistades aprendemos a dar sin recibir algo a cambio, a compartir. Y no sólo esto, también son un puente a la felicidad.
La intimidad y su manifestación, implican una libertad que posee la persona, y es una característica fundamental de la persona.
Existen dos tipos de amistad: la sincera y la que se lleva por conveniencia. En este blog las llamaremos trascendentes, porque dejan siempre algo bueno en la vida (trascienden), y pasajeras, porque el único móvil es el pasarla bien o recibir favores. Hay que cuidar en no caer en las amistades pasajeras, esas que no ayudan en lo absoluto, sino que al contrario llegan a perjudicar a la persona.
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