Te beso de mil maneras, busco la humedad exacta para adormecer el calor de tu deseo, no lo encuentro y sigo en el intento, ¿acaso finjo para continuar? – sonrío y lo dejo a tu disponibilidad.
Te he besado lento, con la pereza afilada en la prisa, ¿para qué correr me digo?, no hay caricia más divina que posar mi boca en tus labios, y sentir morir en el intento.
Te beso y tiemblo, me hago posesa de tu desnudo febril, asumo míos los temblores de tu cuerpo y adormezco entonces la caricia en la curva de tu espalda, en la rigidez de tu ser, deslizo tenue mi boca en la línea de tu pecho, perdiendo la geografía para volver a comenzar.
Te beso y besaré hasta tu alma, sorbiendo el néctar de tu cuerpo al final del éxtasis, sorbo divino que entre mi boca se prende, que a mi deseo enciende en un roce furtivo que mis labios hacen sobre ti.
Te beso la melancolía y la tristeza, hasta tu propia soledad, la mirada extraviada cuando piensas que me amas, convirtiéndome en tu eco, beso salado y húmedo que muere lento en el trazo de tu piel.
Te he besado en eternidad, en el trazo de esta historia, he besado tu mirada cuando lento me desnudas y me encuentras acurrucada en la pupila de tus ojos besando mi prosa, aquella inspiración que surge del divino encanto que tiene el calor de tu boca en mi amor.
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