Carlos Montero.
Hace poco leí un interesante, aunque algo inquietante artículo de uno de los analistas que con mayor lucidez expresa la situación actual, Arnold Block, que creo que al lector le hará reflexionar. La versión original 1.0 tuvo su origen en el colapso de los derivados hipotecarios de alto riesgo en EE.UU. en 2007, para luego transformarse en una crisis financiera de amplia base en el otoño de 2008. La crisis se fue extendiendo gradualmente a las economías avanzadas del primer mundo, pero no causó estragos en los mercados emergentes y en naciones de segundo y tercer orden. La mayoría de esas economías estaban aisladas de la locura de las finanzas del primer mundo –de crédito, de préstamos, deuda abrumadora y onerosos pagos de interés- simplemente porque no reunían los requisitos para el elixir embriagador del crédito. ¿Pueden los gobiernos prevenir otra crisis? Una gran cantidad de hechos y opiniones se han ofrecido para explicar lo que salió mal – la codicia de Wall Street, el capitalismo de amigos, reglamentos deficientes e inadecuados, normas imprudentes de préstamos, intereses reales negativos, y ahorro inexistente. Invariablemente todos esos motivos
provocaron una abundante y excesiva disponibilidad de crédito barato y fácil.
Las escasas medidas que se han diseñado e implementado desde el inicio de la Gran Recesión para mitigar los riesgos financieros, como la legislación de reforma financiera de Dodd Frank, no ha subsanado las deficiencias del marco regulatorio.
Por otro lado, el “demasiado grande para quebrar”, por la que las instituciones financieras privadas se beneficiaron de rescates de los contribuyentes, sigue vigente, y ahora estas entidades son aún menos y más grandes. Las soluciones al problema ha puesto en evidencia lo que es el problema realmente – el gobierno.
Los déficits se han disparado rápidamente, conduciendo inexorablemente a masivas emisiones de deuda por parte del gobierno federal, estatal y local. La deuda soberana de EE.UU. es ahora de unos 14 billones de dólares, y se está expandiendo en el año fiscal en curso en más de 1,65 billones de dólares –más de tres veces que hace sólo tres años. En la actualidad el 37% del gasto federal proviene de los préstamos.
Los respetados economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, en su reciente libro titulado “esta vez es diferente”, describen como un ratio Deuda/PIB del 90% es el punto de inflexión de una nación. Sus conclusiones se basan en un análisis de varios cientos de años de historia económica. EE.UU., Reino Unido, Japón y otros países, están cerca de unirse a países como Grecia, Irlanda, Portugal, entre otros, adentrándose en un abismo financiero inminente.
Lo fundamentales sugieren otro colapso financiero. Esta vez los gobiernos se unirán a las instituciones financieras privadas. Los gobiernos no serán capaces de cumplir su función de rescatar a los gigantes de la crisis financiera, porque los gobiernos tendrán la misma necesidad de ser rescatados. De hecho, la pregunta más difícil para contestar hoy en día es ¿cómo y quién va a rescatar a nuestros gobiernos?