Carlos Montero.
provocaron una abundante y excesiva disponibilidad de crédito barato y fácil.
Las escasas medidas que se han diseñado e implementado desde el inicio de la Gran Recesión para mitigar los riesgos financieros, como la legislación de reforma financiera de Dodd Frank, no ha subsanado las deficiencias del marco regulatorio.
Por otro lado, el “demasiado grande para quebrar”, por la que las instituciones financieras privadas se beneficiaron de rescates de los contribuyentes, sigue vigente, y ahora estas entidades son aún menos y más grandes. Las soluciones al problema ha puesto en evidencia lo que es el problema realmente – el gobierno.
Los déficits se han disparado rápidamente, conduciendo inexorablemente a masivas emisiones de deuda por parte del gobierno federal, estatal y local. La deuda soberana de EE.UU. es ahora de unos 14 billones de dólares, y se está expandiendo en el año fiscal en curso en más de 1,65 billones de dólares –más de tres veces que hace sólo tres años. En la actualidad el 37% del gasto federal proviene de los préstamos.
Los respetados economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, en su reciente libro titulado “esta vez es diferente”, describen como un ratio Deuda/PIB del 90% es el punto de inflexión de una nación. Sus conclusiones se basan en un análisis de varios cientos de años de historia económica. EE.UU., Reino Unido, Japón y otros países, están cerca de unirse a países como Grecia, Irlanda, Portugal, entre otros, adentrándose en un abismo financiero inminente.
Lo fundamentales sugieren otro colapso financiero. Esta vez los gobiernos se unirán a las instituciones financieras privadas. Los gobiernos no serán capaces de cumplir su función de rescatar a los gigantes de la crisis financiera, porque los gobiernos tendrán la misma necesidad de ser rescatados. De hecho, la pregunta más difícil para contestar hoy en día es ¿cómo y quién va a rescatar a nuestros gobiernos?