“Buenos días. Ante todo me presento: soy (nombre y apellido), un humilde Ingeniero (nombre de una titulación en ingeniería) de 27 años afincado en (nombre de una localidad española), y que por cosas del destino, aún tiene trabajo…
Quería felicitarle por su artículo publicado en La Carta de la Bolsa titulado “Lo que España no es pero es conveniente que los españoles crean”. Me ha encantado y pienso que tiene toda la razón en sus afirmaciones. Aún recuerdo, antes de esta crisis de escándalo, cómo sus artículos
fueron tachados de catastrofistas. También recuerdo como una amiga estudiante de Economía suspendió un trabajo sobre “El futuro de la Economía a medio plazo” que plasmaba todas estas cosas que hoy día están ocurriendo.
Estos meses de atrás, con mis pocos conocimientos en economía y mucho sentido común, he intentado convencer a la gente de que no estamos en el fondo del pozo, sino que queda muchísimo por caer, pero piensan que ya hemos pasado lo peor. Almas cándidas, no saben lo que se viene… Su artículo me ha servido de apoyo y a la vez me ha desmoralizado más aún.
La verdad, estoy muy apenado por la poca conciencia social que hay en este país de Pan y Circo. He tenido un hijo recientemente y me cuesta dormir todas las noches pensando cómo le voy a dar de comer cuando pierda mi trabajo (y eso que no tengo ni deudas ni hipotecas). Cuando la miseria empiece a llenar las calles y se descubra que aún seguimos siendo un país mayormente pobre nos vamos a acordar de las cosas que nos decían nuestros abuelos… ¿Habrá ganas de luchar entonces? Mientras haya fútbol, no creo”.
Mi respuesta no fue extensa: no hacía falta alguna:
“Lo cierto es que era bastante obvio que las cosas llevaban un rumbo -inevitable- de colisión: en 1996 la deuda privada española ascendía al 67% del PIB, en el 2006 al 230%. Lo de su amiga, ya. Ahora podría ir a ver a ese profe y pedirle revisión de nota, irónicamente, claro.
No tiene porqué perder su trabajo, y si piensa que eso puede suceder, empiece a buscar uno ya: encontrar trabajo cuando se está trabajando es más fácil que encontrarlo cuando no se está.
Y no: no hemos llegado, aún, al fondo del pozo, pienso, ni España ni el planeta: la porquería que tienen las entidades financieras sigue estando ahí, y las deudas, las de los Estados, entes regionales y locales, empresas, entidades financieras y familias, también; todo muy agazapado, pero ahí: esperando, y la porquería, o se limpia o jamás desaparece, y las deudas o se liquidan del modo que sea, o siempre están ahí.
Luchar, lo que se dice luchar, ya no está de moda: 1917 queda muy lejos y esos métodos ya están fuera de uso, entre otros motivos porque, al contrario que entonces, la gente tiene algo que perder, cada vez menos cosas, es cierto, pero es que entonces no tenía nada”.
(La liberalización de horarios comerciales en las zonas turísticas: localidades -¿zonas?- en las que la población ponderada sea superior a la residente. Pienso que es más de lo mismo: seguir con lo poco. Si un comercio en una ‘zona turística’ (lo que sea que esto sea) antes vendía 500 unidades diarias y ahora con el mismo horario de apertura vende 350, ¿pasará a vender 700 si se liberalizan los horarios?. Respecto al turismo se habla mucho de muchas cosas pero muy poco de una: que en muchas zonas del reino el gasto medio por turista y día en términos reales está cayendo, inexorablemente, desde hace años; liberalizar los horarios de los comercios, ¿hará que tal gasto medio aumente?. Puede que sí, puede que sí, pero pienso que las razones de la caída de ese gasto medio son otras.
A España ha estado viniendo el turismo que ha estado viniendo, y ese turismo: ‘clase media’, se define, se halla inmerso en la realidad en que se halla inmerso, está padeciendo los problemas que está padeciendo, y tiene las expectativas que tiene. España precisa aumentar continuadamente el número de turistas que entran en el reino a fin de compensar la caída del gasto medio por turista: la suma, no el ratio, aunque ello suponga una caída de la calidad del turismo medio que España recibe, aunque eso implique un aumento de los costes que los turistas generan: la cantidad, no la calidad. En esa línea bienvenida sea la liberalización de los horarios comerciales de las zonas turísticas, y los residentes, bueno, pues que se tomen una tila si algo lee molesta).
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.