Albert Einstein dijo que la locura consiste en hacer la misma cosa una y otra vez, y esperar resultados diferentes. En base a eso, el acuerdo que se está a punto de cerrar con Grecia, parece una locura. La única justificación es que se necesita ganar tiempo, pero esa es una mala estrategia. Se necesita algo más radical. La pregunta sobre las perspectivas de Grecia no es si el país entrará en suspensión de pagos. Eso, desde mi punto de vista, es lo más cercano a una certeza que puede haber. La pregunta es si la suspensión de pagos será suficiente para retornar a la economía a una situación saludable. Una suspensión es una condición necesaria pero no suficiente, para un retorno a la salud económica.
La actuación griega bajo el programa acordado con el FMI, ha sido bastante impresionante. Pero ha fracasado en devolver al país a un estado de solvencia. El diferencial entre el bono a 10 años griego y alemán ha subido desde los 460 puntos básicos, después de que el programa fuera anunciado, a los 1.460 puntos básicos.
Lo mismo ocurre con Irlanda y Portugal. Mayor peligro es que el diferencial español haya subido hasta los 270 puntos básicos. Grecia, Irlanda y Portugal no tienen ninguna posibilidad de pedir prestado al mercado a tasas que puedan devolver en un futuro.
Lo que tiene que ser muy deprimente para los involucrados, es que estos saltos de los diferenciales, se han producido a pesar de una actuación económica razonable, y que no se ha desviado mucho de las previsiones iniciales.
En el programa original, el PIB griego estaba previsto que fuera de una caída del 4% en 2010, seguido por un descenso del 2,6% en 2011.
La revisión de marzo de 2011 fue un poco peor, y se esperaba un PIB 2010 del -4,5% y del -3% en 2011. El déficit público inicialmente previsto en un 8,1% del PIB para 2010 y un 7,6% para 2011, aumentó en esa revisión a un 9,6% en 2010 y se redujo a un 7,5% en 2011.
Incluso en el déficit por cuenta corriente, la revisión de marzo fue del 10,5% en 2010 y del 8,2% en 2011, algo peor que las previsiones iniciales del 8,4% y 7,1% respectivamente.
Desafortunadamente, esto no es suficiente por cuatro razones.
En primer lugar, el perfil de la deuda ha pasado de horrible a aún peor que horrible. En el programa inicial el ratio PIB/Deuda se esperaba que alcanzara un máximo en el 149% en 2012. En la revisión de marzo este pico previsto saltó hasta el 159%.
Segundo, la economía parece extraordinariamente no competitiva. El indicador más revelador es la combinación de un enorme déficit por cuenta corriente, con una profunda recesión. Este déficit ya no puede ser financiado en el mercado.
En tercer lugar, las perspectivas para el déficit por cuenta corriente se están deteriorando considerablemente. El FMI pronosticó que el déficit por cuenta corriente alcanzaría el 2,8% del PIB en 2014, en la revisión de marzo pasó al 5,5% del PIB.
En cuarto lugar, sin aumento de las exportaciones, será imposible volver a un crecimiento sostenible. Sin embargo, tal aumento requiere una gran reducción de los costes nominales. Y si esto fuera factible, lo cual dudo, implicaría una subida aún mayor del ratio PIB/Deuda.
El escepticismo del mercado sobre la capacidad de Grecia para ser solvente está justificado. El hecho de que los griegos no estén dispuestos a soportar mayores recortes sociales, dificulta aún más las cosas.
No se puede hacer creíble lo increíble, simplemente retrasando lo inevitable indefinidamente. Sólo se conseguirá que el reconocimiento de la realidad sea más doloroso cuando al final llegue. Con el tiempo seguramente se reconocerá la realidad de Grecia, y se deberá actuar de inmediato, si ya es posible, sobre las ramificaciones que tengan para otros países de la unión.