“La última crisis financiera aún no ha acabado, y ya estamos sentando las bases para la siguiente”. Con este atrayente titular, inicia el analista Brett Arends, una interesante nota de investigación, de la que estoy en gran parte de acuerdo. “Siento ser pesimista”, se disculpa Brett Arends. Ni creo que lo debas sentir, ni creo que eres pesimista. Veamos por qué:
1. Estamos aprendiendo la lección equivocada de la última crisis. Fue la burbuja inmobiliaria causada por Fannie Mae, Freddie Mac, la ley de reinversión, Barney Frank, Bill Clinton, los liberales…
Eso es lo que cree un creciente ejército de personas fue la razón de la anterior crisis. Solo hay un problema. Si fuera así, ¿cómo es que también hay una gigantesca burbuja inmobiliaria en España? ¿y las burbujas inmobiliarias en Irlanda, Reino Unido y Australia? ¿y en Europa Oriental? Decenas de millones de personas están siendo engañadas, con el fin de proporcionar cobertura para que los verdaderos culpables puedan escapar. Y está funcionando.
2. Nadie ha sido castigado. Ejecutivos como Dick Fuld de Lehman Brothers, y Angelo Mozilo de Countrywide, junto con muchos otros, se pagaron cientos de millones de dólares antes de que la nave se estrellara contra las rocas. Los prestamistas depredadores, y los prestamistas hipotecarios deshonestos, se llevaron millones de dólares en ganancias ilícitas. Pero ellos no están en la cárcel. Ni siquiera están sometidos a procesos penales. Salieron impunes. Como por regla general, estos directivos han salido todos muy bien, ellos u otros similares, lo volverán a hacer. Garantizado.
3. Los incentivos siguen motivando a la corrupción. La gente de Wall Street no se mueve por las mismas reglas que la gente normal de la calle. El tipo que trabaja en un banco financiero no tiene la misma ecuación de riesgo/recompensa que el señor de la tienda de limpieza en seco. Para la gente de Wall Street si apuestan a cara y sale cruz, volverán a lanzar hasta que salga cara. Gracias a acciones restringidas, a las opciones, a la política de bonus, a la titulización, a estructuras financieras, a ventas internas de acciones, a “demasiado grande para quebrar”, y la responsabilidad limitada, se les paga para comportarse temerariamente, y pierden o poco o nada, si las cosas van mal.
4. Los árbitros están corruptos. Se supone que debemos tener un sistema de libre mercado regulado por ley. El único problema: Los jugadores tienen que sobornar a los árbitros. Imagínense que pasara en la NFL. Los bancos y otras grandes industrias, inyectan enormes cantidades de dinero al Congreso, a los presidentes, al stablishment de Washington de ayudantes, asesores y parásitos. Lo hacen a través de contribuciones de campaña. Lo hacen con enormes retribuciones por puestos en el consejo, o conferencias, tras el retiro de los congresistas, y demás. Y lo hacen gastando una fortuna en grupos de presión. ¿Cuál es el tamaño de estas “contribuciones”? Según el Center for Responsive Politics, 474 millones de dólares el año pasado.
5. Las acciones se han disparado de nuevo. El índice S&P 500 se ha duplicado desde los mínimos de marzo de 2009. ¿Pero esto no es una buena noticia? Bueno, sí, hasta cierto punto. Admitámoslo, gran parte de estas subidas es por la degradación del dólar (cuando el dólar baja, Wall Street sube, y al contrario). Y no nos olvidemos que hubo enormes rally de mercado durante los mercados bajistas de los años 30 y 70, o en la década de los 90 en Japón. Sin embargo, el auge del mercado ha ido dirigido especialmente hacia las acciones de mayor riesgo. Cada vez se deja menos espacio a los inversores para las sorpresas positivas, y más para la decepción. La rentabilidad por dividendo del S&P es sólo del 2%. De acuerdo con una medida de largo plazo “q de Tobin”, que mide las acciones por su coste de reposición de los activos de la empresa, las acciones están ahora un 70% por encima de su valor promedio.
6. El mercado de derivados es la mayor bomba de tiempo que jamás haya existido. Justo antes del colapso de Lehman, en lo que ahora llamamos el pico de la última burbuja, las firmas de Wall Street mantenían en sus libros derivados financieros por valor de 183 billones de dólares, o lo que es lo mismo, 13 veces el tamaño de la economía de EE.UU. Desde entonces hemos tenido cuatro años de pánico, la reforma del presupuesto, el retorno a la sobriedad financiera. ¿Saben cuál es la cifra ahora? 248 billones de dólares. No es broma.
7. El antiguo régimen siguen en la silla. Me tengo que reír cada vez que oigo despotricar a los republicanos sobre que Barack Obama es un liberal o un socialista, o un comunista. ¿Me están tomando el pelo? Obama es Bush. Él es un poco más como el viejo que como el joven, pero miren quien está aún dirigiendo la economía. Bernanke, Geithner, Summers, Goldman Sachs, JP Morgan Chase.
8. Ben Bernanke no entiende su trabajo. El presidente de la FED hizo una sorprendente afirmación en su primera conferencia de prensa. Citó el auge del Russell 2000 (índice de pequeñas y medianas compañías), como un signo de flexibilización cuantitativa. La FED tiene un doble mandato por ley. Bajar la inflación, y bajar el desempleo. Ahora al parecer, tiene un tercero, impulsar la cotización de las acciones de Wall Street. Esto es una locura.
9. Estamos apalancándonos como locos. ¿Buscando una burbuja crediticia? Todo el mundo conoce lo sideral de la deuda federal, y el riesgo de que el Congreso no eleve el techo de la deuda el próximo mes. Pero es sólo parte de la historia. Las corporaciones de EE.UU. pidieron prestado 513.000 millones de dólares en el primer trimestre. Son el doble de préstamos del pasado otoño, cuando la deuda corporativa ya estaba al alza. Ahorradores, desesperados por la rentabilidad, compran casi cualquier bono. No es de extrañar que los rendimientos de los bonos de alta rentabilidad se han derrumbado. Las compañías no financieras están ahora altamente endeudadas, por valor de 7,3 billones de dólares. Eso es un nivel histórico, y un aumento del 24% en los últimos cinco años. Y cuando le sumas la deuda de los hogares, la deuda pública, y la deuda del sector financiero, el total asciende a 50 billones de dólares.
10. La economía real está estancada. La segunda ronda de flexibilización cuantitativa no ha hecho nada notable a excepción de bajar el tipo de cambio. El desempleo, es mucho, mucho más alto que lo que las cifras oficiales indican. Nuestro déficit por cuenta corriente se está incrementando a ritmo de 120.000 millones de dólares al año. (y no se ha registrado superávit desde 1990). Los precios inmobiliarios están cayendo, y no se recuperan. Los salarios reales están estancados. Sí, la productividad está aumentando, pero eso, irónicamente, también ayuda a reducir puestos de trabajo.
Saben lo que decía George Santayana sobre la gente que olvida su pasado. Pero nosotros somos más tontos aún. Estamos condenados a repetir el pasado, no porque lo hayamos olvidado, sino porque no hemos aprendido las lecciones correctas.