Madrid, 23 de enero de 2013.- El desempleo juvenil constituye una de las principales disfunciones del mercado de trabajo en España, con implicaciones directas sobre la situación económica presente y futura de los jóvenes desempleados y su entorno, e indirectas sobre el conjunto de la economía. La consultora especializada en personas, PeopleMatters, ha elaborado un estudio en el que realiza un retrato robot de esta generación que es la más castigadas de la situación económica.
Este colectivo denominado “Generación Perdida” está constituido por jóvenes entre 16 y 29 años en paro y con estudios primarios o de educación secundaria que tendrán difícil el acceso o la reincorporación al mercado laboral aunque la situación económica mejorase. De hecho, cuando se superase la crisis, las empresas apostarían por contratar a jóvenes que acabasen de terminar sus estudios, quedándose descolgados los actuales parados. La solución para algunos pocos podría ser la emigración hacia zonas del mundo con demanda de perfiles pocos cualificados, y aún así lo tendrían difícil porque la guerra por el talento requiere perfiles de mayor cualificación.
Según datos de la EPA este colectivo asciende a 1,4 millones de jóvenes. Este fenómeno, que está aumentando en toda Europa, supone un grave problema que hay que atajar. La UE ha cuantificado su impacto económico en el caso de España en el 1,47% del PIB, unos 15.740 millones, entre el coste de los subsidios y la producción perdida.
¿Cómo es nuestra generación perdida?
Por sexo: presentan menor tasa de desempleo entre las mujeres que entre los hombres.
Por grupos de edad: actualmente, el 40% de los jóvenes de 16 a 29 años están desempleados. Sin embargo, la tasa no se distribuye de manera proporcional, decreciendo a medida que se tiene más edad. La tasa de paro en los jóvenes de 16 a 19 años se situó en el último trimestre en el 72%, mientras que desciende al 48% entre los jóvenes de 20 a 24 años y hasta el 32% en el grupo de más edad, de 25 a 29 años. No obstante, cualquiera de los niveles es superior a la media de desempleo de la población activa en general que se sitúa en el 25,02%.
Por nivel educativo: en España se ha producido en los últimos años una dualidad en la fuerza laboral más joven, al concentrase la población en niveles educativos muy bajos y muy altos, existiendo escasa concentración de población con estudios de Formación Profesional. Sin embargo, son estos últimos los que presentan tasas de pleno empleo. Un 43% de los jóvenes que tienen empleo está realizando una actividad que requiere una formación inferior a su nivel de estudios.
Por sector de actividad: Atendiendo al sector de actividad en el que trabajaban los jóvenes desempleados de 16 a 24 años, el sector servicios aglutina el 27%, seguido de la agricultura con el 5% de los desempleados. No obstante, el 63% de los jóvenes en esta franja de edad se encuentran buscando su primer empleo o son parados de larga duración y hace más de un año que dejaron su empleo en el caso de que lo tuvieran. Esta categoría se ha incrementado desde el comienzo de la crisis en casi 30 puntos.
La población joven es la más castigada tras las congelaciones de nuevas contrataciones que muchas empresas empezaron a aplicar en los primeros años de la crisis (2008-2010). Esto ha ido generando promociones enteras de jóvenes parados y sin expectativas de encontrar un empleo.
Actualmente, a pesar de los altos índices de desempleo, el 63,4% de los jóvenes entre 19 y 29 años no sigue ningún estudio reglado y el número de «ninis», jóvenes que ni estudian ni trabajan, se ha incrementado un 34,4% entre 2008 y 2011 y ya suponen el 21,1% del total de la población en esta franja de edad.
¿Qué consecuencias tiene las altas cifras de paro juvenil?
El desempleo juvenil constituye una de las principales disfunciones del mercado de trabajo en España, con implicaciones directas sobre la situación económica presente y futura de los jóvenes desempleados y su entorno, e indirectas sobre el conjunto de la economía.
En situaciones como la actual, las personas desempleadas después de un tiempo en el paro pueden tener la tentación de coger el primer trabajo que surja por lo que se produce el efecto conocido como sobretitulación. Así, jóvenes universitarios optarían a puestos para los que no se requiera un nivel formativo superior.
Este efecto desplazamiento a ocupar puestos que requieren un nivel educativo inferior al obtenido por el ocupante se produciría en el resto de niveles formativos. Sin embargo, existirá un porcentaje de jóvenes que debido a su bajo nivel educativo tendrán pocas garantías de éxito en su búsqueda de empleo. A lo que se sumaría, que probablemente cuando se supere la crisis, las empresas apostarían por contratar a jóvenes que acaban de terminar sus estudios, quedándose descolgados los actuales parados. La solución para unos pocos sería la emigración.
Este colectivo, denominado “Generación perdida”, está constituido por jóvenes entre 16 y 29 años, en paro y con estudios primarios o de educación secundaria, que tendrán difícil el acceso o la reincorporación al Mercado Laboral aunque la situación económica mejorase.
Según los últimos datos de la EPA este colectivo asciende a 1,4 millones de personas y constituye una de las principales áreas de actuación del Gobierno y de los agentes sociales en la actual crisis.
La principal responsabilidad social de una empresa es la creación de empleo y este es un colectivo que requiere actuaciones urgentes ya que si no se actúa se corre el riesgo de que se produzcan exclusión social y se desarrollen actitudes radicales hacia el sistema.
Alfonso Jiménez, socio director de Peoplematters, explica que “En estos momentos, ofrecer empleo es una oportunidad de diferenciación. Los proyectos vinculados a la generación de empleo son iniciativas que pueden tener un alto valor, no solo por la adquisición del talento, sino también por el impacto que dicha generación implica en la mejora de la reputación de la empresa. En una reciente investigación realizada en nuestro país sobre reputación y confianza empresarial se ha puesto de manifiesto dos hechos muy relevantes. La primera es que durante la crisis se ha producido una pérdida de confianza hacia las empresas por parte de la sociedad española. La segunda es que cuando se pregunta a los ciudadanos qué puede hace una empresa para recuperar dicha confianza, los resultados son contundentes. La mayor parte de los encuestados afirman que lo que haría que una empresa mejorara su reputación sería la generación de empleo. Y la segunda respuesta, y ya a mucha distancia del resto, es que el empleo que se generara fuera de calidad”.