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Hay que sentir la oferta y la demanda.

“Recuerdos de un operador de acciones”, de Edwin Lefevre, es una joya de la especulación bursátil. Cada vivencia de Jesse Livermore es oro para todo aquel que aspire a convertirse en un gran especulador. Ya son cuatro o cinco veces las que me lo he leído y aún me sigue produciendo el mismo cosquilleo en […]

Jesse-Livermore“Recuerdos de un operador de acciones”, de Edwin Lefevre, es una joya de la especulación bursátil. Cada vivencia de Jesse Livermore es oro para todo aquel que aspire a convertirse en un gran especulador. Ya son cuatro o cinco veces las que me lo he leído y aún me sigue produciendo el mismo cosquilleo en la barriga. Además, para los operadores de Precio & Volumen, tiene infinidad de claves que nos ayudan a evolucionar. No olvidemos que Livermore se curtió en sus primeros años como “tape trader”, lo que a día de hoy sería un operador de Precio y Volumen, y, aunque al final evolucionó a un especulador de grandes tendencias (macro), nunca perdió su olfato de “tape trader” para detectar donde se posicionaba la oferta y la demanda. Y esa es esencialmente nuestra misión como operadores: detectar el grado de oferta y demanda que hay en cada momento, y tratar de posicionarnos a favor del lado que menos presiona. O dicho de otra forma: sentir la oferta y la demanda y posicionarnos a favor de la línea de menor resistencia. Pero eso, por desgracia, es cosa más de intuición que de aritmética. Como decía el propio Livermore “no se trata de premoniciones, sino del subconsciente realizando su trabajo de mente creativa”.

Pero incluso al subconsciente más entrenado hay que darle elementos de certeza para que trabaje al máximo potencial. El propio Livermore siempre trataba de asegurar sus intuiciones. Y así nos lo relata en uno de sus pasajes:

“Supongamos que estoy interesado en un determinado valor y compro dos mil acciones a 110. Si el precio sube a 111 compro otras dos mil acciones más. Si el mercado sigue subiendo compro un tercer paquete de dos mil acciones. Supongamos que el precio sube a 114 y considero que es bastante para la ocasión. Tengo una posición larga de seis mil acciones a una media de 111 3/4 y el valor se vende a 114. Por el momento no compro más. Espero y observo. Calculo que en algún momento habrá una reacción (corrección) y quiero ver como se cuida el mercado a si mismo tras esa reacción. Supongamos que después de subir un poco más, baja a 112 1/4 y luego vuelve a subir. Cuando llega a 113 3/4, doy una rápida orden de cuatro mil acciones a precio de mercado. Pues bien, si consigo esas cuatro mil a 113 3/4, entonces sabré que algo va mal y daré una orden de prueba, o sea, venderé mil acciones para ver como lo toma el mercado. Pero supongamos que de la orden que di de comprar las cuatro mil acciones cuando estaban a 113 3/4, consigo dos mil a 114 y quinientas a 114 1/2, y el resto al alza hasta que pago las últimas quinientas a 115 1/2. Es la manera de conseguir las cuatro mil acciones lo que me indica si tengo razón. Nunca quiero comprar acciones a un precio demasiado bajo o con demasiada facilidad”.

(Recuerdos de un operador de acciones, Edwin Lefevre. Edit. DEUSTO).

Una mente entrenada en las ideas de Precio & Volumen habrá detectado con facilidad que lo que Livermore trataba de hacer era sentir si había oferta flotante suficiente como para frustrar sus aspiraciones alcistas. Mucha oferta flotante facilitaría que sus últimas cuatro mil acciones se absorbiesen con facilidad. Y eso no le gustaba. Sin embargo, si la oferta era residual e irrelevante, sus cuatro mil acciones tendrían que escalar en precio antes de poder negociarse. Obviamente Livermore tenía la capacidad para testear de primera mano el grado de oferta y demanda existente en un momento determinado. Nosotros, por desgracia no disponemos de tanto capital como él. Sin embargo podemos sacar conclusiones similares simplemente con la observación del carácter del precio y el volumen. No se imagina la cantidad de información que se puede extraer de un simple gráfico. Eso si, no lo mire tanto como para buscar patrones concretos, si no obsérvelo para sentir la oferta y la demanda. Como Livermore decía “un gráfico ayuda a quien lo sepa leer, o mejor aún, a quien sepa asimilar lo que lee”.

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