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Por si estaba poco claro, más turbio lo tenemos

Carlos Doblado. Cuenta un filósofo en el más viejo libro de bolsa que existe, escrito por un español, que “la experiencia nos enseña que el que mira en el agua turbia su imagen, se le representa tan turbia su imagen como el agua”. Son malos tiempos para los chicos que se sienten cómodos con las […]

Carlos Doblado.

Cuenta un filósofo en el más viejo libro de bolsa que existe, escrito por un español, que “la experiencia nos enseña que el que mira en el agua turbia su imagen, se le representa tan turbia su imagen como el agua”.

Son malos tiempos para los chicos que se sienten cómodos con las tendencias. Lo he reconocido antes. Y si las cosas estaban confusas, irregulares y divergentes, llegó la semana para dejarlo peor de lo que estaba.

Pareció resolverse el viernes tarde el primer problema en el que anda concentrado el mercado, el griego, como mal menor y para ganar tiempo.

Eso sí, tras haberse dado el primer aviso el martes en una ruptura de resistencias que fue impecable en Europa y contó además con la superación de niveles clave en el euro/dólar, que al menos tuvo a bien de no venirse abajo y proponer así dudas en relación con lo sólidos que pueden sentirse los bajistas atacando soportes.

El otro problema, y en realidad el principal, sigue siendo la desaceleración de la economía norteamericana; de la que tuvimos buena cuenta durante la semana a base de un dato macro tras otro, culminado ayer con un desempleo terrible que sin embargo no hundió al mercado. Y es que hay quien sostiene que nos movemos hacia un paradigma nuevo, con una tasa de paro estructuralmente superior como modo de mantener los márgenes de unas empresas que han encontrado en la crisis la excusa perfecta para aumentar la productividad -que curiosamente fue el dato positivo de la semana-.

Técnicamente la semana fue traidora, pues la salida en falso del martes supuso además un cierre mensual que alejaba los funestos presagios con los que empezó mayo. Tres días más tarde, sin embargo, estamos en lo mismo y sobre zonas de soporte clave. Ayer, al menos seguían en pie.

Por cierto, en el mismo libro y a continuación, el filósofo manifiesta su deseo de dejar de dar tumbos y conocer el quid de la cuestión. A lo que se le responde que “hacen las acciones tal alarde de tener algo de divinas, que cuanto más se discurre en ellas, menos se entienden”.